Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Notas sobre el caos del gobierno de Lavalle en la ciudad de Buenos Aires en las Memorias curiosas de Juan Manuel Beruti

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D.N.D.A. Registro de autor 5.301.535

Introducción:

Carlos Van Hauvart, Colegio Nacional Dr.Arturo U.Illia. Departamento de Historia, CeHis, Fac. Humanidades, UNMdP.

Las Memorias curiosas de Juan Manuel Berutti son casi obligatorias para los historiadores que deseen reconstruir el periodo turbulento de la década revolucionaria y la “feliz experiencia” de la porteña Buenos Aires. Es una fuente que camina entre la reflexión y la observación socarrona, aporta datos precisos, fiables, otros a considerar para comprobarlos. La información variopinta discurre entremezclándose, desde la reflexión política de los “bandos” de la unidad o los federales, con la descripción de los hechos actuados por los “personajes” o como el mismo señala “sujetos de representación” y el pueblo, con datos económicos como el costo de la vida y sus recurrentes “carestías” producto de los innumerables conflictos que se suceden en la ciudad y la campaña durante este largo periodo de la década revolucionaria y los años 20. Muchas de sus observaciones y preocupaciones, nos hacen sospechar que son producto de una reflexión posterior a los acontecimientos.

Hoy en Aportes, ponemos a consideración de nuestros lectores, un pasaje referido a las consecuencias del golpe de estado producido por el General Lavalle y que terminaron en el fusilamiento del Gobernador de la provincia de Buenos Aires Coronel Dorrego  el 13 de diciembre de 1828.

En este párrafo se puede observar el efecto del aislamiento y el cerco que está produciendo la campaña sobre la ciudad de Buenos Aires, las tropas al mando de Lavalle no pueden controlarla y están siendo diezmadas por las “montoneras”, cada vez menos las partidas de Lavalle se arriesgan a internarse en la campaña para abastecer a la ciudad y en el texto empieza a emerger lentamente la figura de Juan Manuel de Rosas coronel y comandante de las fuerzas de la campaña. Los habitantes de la ciudad empiezan a abandonarla lentamente, su opinión sobre los unitarios no los deja bien parados, especialmente a las tropas que estos comandan y afirma un juicio negativo sobre los eventos que provocaron con el fusilamiento de Dorrego al decir:

“… El plan que formaron los de la facción del 1 de diciembre de 1828 fue sujetar todas las provincias al gobierno de unidad, creyendo lograrlo por las fuerzas militares que tenían a su mando; pero les va saliendo la mona capada, y lo que sus famosos soldados no perecieron con los brasileños, van muriendo en manos de sus paisanos que según se ve concluirán con todos, y sus planes quedarán frustrados, como se va viendo, yendo por lana salen trasquilados, porque lo mas florido de sus jefes, oficiales y soldados han perecido, bajo la cuchilla de los gauchos de la campaña, y al fin tendrán que ceder, que no triunfa quien ataca los pueblos…”. (1)

Esperamos que esta fuente, pueda ser utilizada en el aula, totalmente o en partes.

 

Son incalculables los perjuicios que esta guerra desastrosa, nunca vista en Buenos Aires, ha causado a este gran pueblo, tanto en su comercio que se halla parado cuanto en la ruina general de sus habitantes, como los de su campaña, en los robos, saqueos, estupros, muertes y demás depredaciones que en todo se ha cometido, y que sólo la historia podrá manifestarlos.

 Los gastos del erario son innumerables, y que sólo un esta-do poderoso puede sufrirlos y no éste tan pobre por sí, y que aún no se halla constituido; siendo uno de ellos el que a las tropas de línea de infantería sus soldados, por tenerlos contentos, disfrutan a más de su sueldo de 10 pesos que ganan al mes, les da otros diez más de sobresueldo; y a los ciudadanos, que son lo que menos seis mil hombres dos pesos diarios, sin la comida de pan, carne, leña, arroz, azúcar y yerba que se les pasa, a más de los dos pesos, que por todo se calcula tres pesos; cuyo sueldo diario y comida siempre siguen recibiéndolos los piquetes que quedan de servicio.

 A más de las tropelías que se hacen sin distinción de personas, que los obligan a tomar las armas a la fuerza, siendo llevados con soldados desde sus casas los que no asisten, y aun poniéndolos en calabozos. Se han recogido todos los caballos del pueblo y quintas a sus dueños a la fuerza, sin pagarlos, para destinarlos a las tropas de caballería, que no tienen por habérselos quitado los anarquistas, y estar la campaña sin ninguno, por haberlos retirado los enemigos muchas leguas adentro, pues la mayor guerra que nos hacen es la de recursos.

 El pueblo se ve en la más dura tiranía, por estar gobernado militarmente está en la mayor miseria, porque ni con el dinero se encuentra carne que comer, y está sumamente cara, y así el rico se va consumiendo y el pobre está en grado de perecer; llegando a no haber bueyes para el servicio público, porque éstos se han quitado para el abasto público, y por lo mismo, no hay aguadores sino uno, u otro muy raro, y así el pueblo, la mayor parte bebe agua del pozo, y el que tiene aljibe de éste, y no del río.

 Sucediendo lo mismo con las carretillas, que por falta de caballos no corren, y si uno u otra se encuentra piden por un acarreo una exorbitancia, disculpándose que la mantención de cada caballo les cuesta al día sobre 3 pesos.

Mucha parte de la población se ha emigrado yéndose muchos con sus familias a la Banda Oriental, Montevideo, Colonia, etcétera, y la mayor parte de los hombres sueltos, plebeyos y decentes, y de altas graduaciones como coroneles, tenientes coroneles, capitanes, etcétera, comerciantes y demás clases, unos por opinión y otros de necesidad o por no ser perseguidos, y verse no tener en qué trabajar por estar todo paralizado, se han pasado al campo de los anarquistas por lo que se calcula en más de 5 a 6 mil personas las que han emigrado. Agregándose a es-to, el de que la policía ha mandado que, en término de dos días, todos los dueños de las pulperías que se hallan fuera del zanjeo de la ciudad, metan dentro de ella sus intereses, pena al que no lo haga de alguna gravedad. Nueva tiranía y ruina de la población, pues muchos que no pueden cumplir con la orden abandonan sus bienes, pasándose al enemigo, sin contar con el perjuicio que se causa al comercio y a la sociedad en general por haber una orden del gobierno en que manda suspender todo pago ínterin duran las actuales circunstancias, por lo que ni se paga lo que se debe por el deudor, si no quiere hacerlo de buena fe, ni obligarlos a ello por los acreedores; habrá mayor desgracia, e injusticia como ésta; diciérnalo el hombre imparcial.

Se calcula por los políticos, que desde el 1° de diciembre de 1828, la pérdida y ruina que esta ciudad y su campaña han sufrido hasta la fecha, en los gastos del erario, robos, saqueos, ruinas, destrucción de las estancias, casas, comercio y demás, a unos 15 millones de pesos y más de tres mil hombres muertos en la guerra. Precios a que corren actualmente los renglones de primera necesidad en esta ciudad de Buenos Aires por motivo de la revolución en que estamos, y son los siguientes:

La fanega de trigo  a 40 pesos

 Íd. la de maíz  a 32 pesos

Id. la de afrecho  a 12 pesos

El peso de leña de durazno  a 5 pesos

Íd. la de raja  a 20   pesos  carreta (medida de carga)

Íd. fanega de sal  a 12 pesos

La arroba de grasa  a 12  pesos

la del sebo a 8 pesos

La carreta de carbón  a 80 pesos

Por menudeo

 El medio de pan pesa 1 onza, 1 huevo vale 2 pesos.

 El medio de grasa se vende a real.

El maíz, 1 espiga por medio real.

Las cargas de leña de rama 3 reales.

 La leña de raja 3 por medio real.

 El medio de sal a proporción.

 La grasa 1 onza por medio, vale 1 real.

Las velas de a 4 se da 2 por medio.

 El medio de carbón a proporción.

La carga de pasto para los caballos que costaba un cuartillo, ahora vale un real.

Al tenor de lo expuesto se hallan los demás renglones de la yerba, azúcar, arroz, minestras, vinos, licores, etcétera; como la carne, que si se encuentra se vende como se quiere, y lo más barato a 2 pesos la arroba; y al tenor de esto los géneros para vestirse, que están a lo sumo de subidos; corriendo la onza de oro, a 80% de papel, por lo que éste casi no tiene valor. Esta es la triste situación en que nos ha puesto la maldita y descabellada revolución militar encabezada por Lavalle del 1° de diciembre de 1828, que sin premeditación ni juicio nos ha traído tantos males, que aunque la gane, y se concluya a favor de la unidad siempre pierde la patria, por quedar totalmente destruida, y para reponerse han de pasar muchos años.

 Desde el 26 de abril, en que Lavalle fue batido por los federales en el lugar llamado de Alvarez del puente de Márquez dos leguas al interior de la campaña; puso su campamento general en los Tapiales de Ramos, dos y media leguas de la ciudad, y en donde ha permanecido hasta el presente sin salir de sus trincheras a batir a los enemigos y sólo se ha dedicado a mandar alguna fuerza a recoger ganado, que de uno o de otro punto toma, y en donde no hay enemigos, para proveer la ciudad; por lo que, en lugar de salir con sus fuerzas a concluir con los anarquistas, no lo hace; se mantiene en su nido, y sólo se ha dedicado a proveedor o acarreador de ganado; prueba de sus cortas fuerzas, in-competencia para obrar, o miedo ¡en fin veremos de esta inacción lo que resulta! e ínterin los montoneros tienen desde el Sur al Norte sitiada la ciudad, sus arrabales, quintas y chacras; nos tirotean los más días, por uno u otro punto, entrando hasta ponerse hasta el zanjeo que circunvala la ciudad; se ríen de nosotros, llevan a la gente que quieren irse, que es mucha, y no hay quién los contenga ni les diga nada.

 Van dos ocasiones que han sacado las tropas voluntarias auxiliadas con las de línea a la distancia de una o dos leguas de la ciudad, diciendo que son para ensayarlas y que se hagan a las fatigas militares por si se ofrece verse con los enemigos; pero el objeto no ha sido otro sino el robo y saqueo de las casas del campo de Palermo, arroyo de Maldonado y la Calera hasta donde han llegado, y desde donde el mismo día antes del amanecer que salían, regresaban a la tarde trayendo gallinas, pavos, huevos, grasa, carne salada (de los saladeros), ganado, muebles, trapos y cuanto encontraban en las casas de campo, que las más se hallaban abiertas y desamparadas por sus dueños; y en las que en ellos estaban a su presencia eran insultados y saqueados, trayendo a los peones y cuantos hombres encontraban en sus casas o ranchos en su compañía y diciendo, para engañar al pueblo, ser montoneros que tomaban incluso entre ellos algunos niños de 12 o 13 años, que los traían con sus padres, porque no quedasen a perecer. También salieron carretas con la misma di-visión, ¡y para qué!, para entrar en las quintas de alfalfares, de donde cortaron el que quisieron, llenáronlas de pastos, y conducirlas a la ciudad, como lo hicieron, para los caballos de las tropas, en número de 80 carretas, con perjuicio de sus pobres dueños; estas escenas se van repitiendo por el punto de Barra-cas, para donde han salido otras divisiones de tropas, bajo la capa de paseo militar, las que van mandadas por jefes, nada menos que de coronel arriba, como el brigadier Alvear, actual ministro de guerra, el mayor coronel don Ignacio Álvarez y el inspector general coronel don Blas Pico.

Lo que los montoneros, en las muchas veces que han entrado en estos puntos, han respetado y dejado a sus vecinos pacíficos, sin dañarlos ni robarlos; a no ser sino uno u otro que en la soldadesca es irremediable, fuera de la vista de sus jefes, lo han hecho los nuestros a presencia de los suyos; esto prueba que unos llevan la fama y otros cargan la lana; así sucede nuestro gobierno, proclama el orden, protección y seguridad en las propiedades individuales, pero autoriza el robo, ¡qué mal se compadece de lo dicho al hecho! por lo que se ve que la guerra no se ha vuelto sino una piratería y que tanto padece el amigo del gobierno unitario como el enemigo federal, pues por lo que se experimenta todos los bienes son comunes. Pobre patria, que siendo tan rica y poderosa, va a quedar totalmente arrasada por la ambición de mandar en algunos de sus hijos.

Cita:

(1) Beruti, Juan Manuel, Memorias Curiosas, Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo (diarios y crónicas) , Buenos Aires, tomo IV, 1960 pp.252.

(2) Berutti, Juan Manuel, ob.cit., pp.248:252

Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.

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