Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Fuentes para el estudio de la colonización británica en América. Parte II. Cita de autor Nro.º: 1. La cultura del Tabaco y la mentalidad de los Plantadores en Virginia.

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Fuentes para el estudio de la colonización británica en América.

Parte II. Cita de autor Nro.º: 1

La cultura del Tabaco y la mentalidad de los Plantadores en Virginia

por Diana A. Duart CEHis-FH-UNMdP y Laura Cabrejas CEHis-UNMdP.

D.N.D.A. Registro de autor 5.274.226

Carlos Mayo nos recordaba, en sus clases de Historia Americana Colonial, que “mientras el azúcar se hace, el tabaco nace”. Aquella observación no estaba carente de intencionalidad al querer marcar las diferencias que separaban a dos productos hijos de la economía de plantación.

A partir de mediados del siglo XVII, comienza a desarrollarse la primera generación de plantadores. Son los hijos de los comerciantes británicos afianzados. El proceso inicial se va caracterizar por una amplia red de plantadores (75%) con pequeñas propiedades, un segundo grupo (20%) con medianas posesiones y el último conjunto (5%) que concentraba grandes extensiones. Con el correr del próximo siglo, este grupo no solamente va a incrementar la concentración de la propiedad, sino que su prosperidad les permitió diversificar sus negocios y constituirse en actores de la política colonial.

La presente cita de autor corresponde a una traducción realizada por Aportes de la Historia y que presentamos a los lectores para trabajar en el aula. Pertenece a la obra clásica de T.H.Breen (1) «Tabacco culture, The mentality of the Great Tidewater Planter on the Eva Revlution» que aborda el mundo del tabaco. Sus observaciones se orientan hacía las técnicas y conocimientos propios del cultivo del tabaco, la mentalidad desarrollada por los cultivadores y la organización de la mano de obra en función de las distintas etapas del proceso de laboreo. Queda pendiente de tratamiento el tema de la esclavitud, sin la cual se hace imposible una compresión totalizadora de la economía de plantación.

Cita de autor:

El ciclo de producción de tabaco en Virginia comenzaba a finales de diciembre o principios de enero. La fecha comúnmente aceptada para plantar la semilla en los surcos, especialmente enriquecidos,  era unos doce días después de Navidad.  La sincronización exacta dependía de una serie de variables, pero según un próspero caballero, “El mejor momento para plantar la semilla es inmediatamente después de Navidad, como las condiciones meteorológicas lo permiten”. Los pequeños semilleros, no más de un cuarto de acre, eran tratados con estiércol animal, aunque no era infrecuente en  los campos la fertilización con ceniza de madera. En cualquier caso, una vez plantada la semilla en la tierra, el sembrador tapaba todo el surco con ramas para proteger el tabaco de posibles daños por heladas. Los productores entendidos preparaban varios «surcos de la planta» diferenciados, con frecuencia separados por distancias considerables.  Esta práctica aseguró que la destrucción accidental de un surco por heladas, enfermedades o plagas no le impediría al plantador obtener una buena cosecha. Pero, como  en toda agricultura, había riesgos. Los prudentes virginianos entendían que las probabilidades de la supervivencia de una planta para llegar a la madurez eran sumamente bajas, y durante esta etapa inicial del cultivo, «el plantador con experiencia  tiene cuidado para obtener diez veces más plantas para hacer uso de ellas en caso de necesidad.

La segunda fase del cultivo del tabaco,  era el trasplante de los brotes que están en los surcos a los campos principales, ocupaba toda la atención de la fuerza de trabajo de la plantación durante varios meses. El trabajo por lo general comenzaba a finales de abril, pero, como en todas las etapas de la producción de tabaco colonial, el momento exacto dependió en gran parte del juicio del plantador. Él solo decidía si los plantines estaban lo suficientemente desarrollados para soportar  el trasplante.  Incluso cuando el dueño de la plantación no podía estar presente  — en el caso de una propiedad periférica a cargo de un supervisor — a menudo el plantador enviaba instrucciones precisas sobre cómo manejar la tarea. . Según la sabiduría popular del siglo XVIII, las hojas de tabaco estaban para ser cosechadas cuando eran «tan grandes como un dólar». Los virginianos buscaban signos adicionales de madurez en el espesor de las hojas jóvenes o el aspecto general de las plantas, eran  sutiles indicadores que ellos aprendieron a reconocer a través de la larga experiencia personal.

Sin embargo el momento del trasplante, aun para el plantador experto, podía generar un momento de ansiedad para todos. El tiempo exacto era demasiado importante cuando se   realizaba  este procedimiento.  El éxito requería además frecuentes lluvias; la humedad aflojaba el suelo y le permitía al sembrador sacar los plantines sin dañar sus raíces.  El trabajo era difícil y desagradable. Porque nadie podía predecir cuándo podrían caer las lluvias, había que tomar recaudos de los grandes aguaceros, llamados «estaciones» por los virginianos de la  colonia. «Cuando una buena ducha… sucede en esta época del año,» escribió un productor bien informado, «el plantador se apresura a sacar los plantines, sin tener en cuenta la circunstancia adversa de vivir empapado.  Los trabajadores se apresuraban a salir de sus camas a los campos donde los plantines de tabacos habían sido puestos.  Se le daba un plantín a «cada . . . niño-negro; los esclavos más hábiles  se hacían cargo del resto plantado”. Bajo perfectas condiciones el trasplante podría ser terminado antes de finales de mayo, pero el trabajo se terminaba generalmente en junio. William Tatham, un virginiano del siglo XVIII,  publicó una descripción detallada del cultivo del tabaco, explicó que los campos se siembran raramente en  «la temporada larga en mayo; (para hacer uso de un término irlandés) ocurre con mucha frecuencia en junio”.

Como el tabaco maduraba en los campos a lo largo del verano, el plantador y sus esclavos realizaban varias tareas tediosas. Cada planta recibía periódicamente, atención individual; cada tarea se hacía hecho a mano.  El cultivo no podía ser ignorado, ni siquiera durante una semana. Los productores tenían que librar la batalla constante contra malas hierbas, y en la época de cultivo, los trabajadores limpiaban con azada los terrenos de tabaco hasta tres veces.  Los mayores plantadores como Landon Carter cultivaban más de cien mil plantas separadas, el desmalezado obviamente llevaba una considerable cantidad de tiempo. Después que ocho a doce hojas aparecían en cada planta, el número dependía de «la fertilidad de la tierra»,  el plantador ordenaba a sus trabajadores iniciar la cosecha.

Esta operación consistía literalmente en la eliminación de la parte superior de la planta.  Al tabaco se le impedía el crecimiento de brotes secundarios, que eran quitados para evitar que priven a las hojas en vías de desarrollo de nutrientes importantes. El siguiente paso, era cortar el tabaco, ello generaba una tensión considerable en la plantación. En ese momento se probada la competencia del plantador, o por lo menos, así se pensaba. Los virginianos sabían que la operación iba a tener lugar en algún momento de septiembre. La dificultad estaba determinada en la fecha exacta en que se debía empezar. Como cada plantador entendido sabía, un leve error de cálculo podría poner en peligro toda la cosecha.

Una helada temprana, por ejemplo, era capaz de destruir cada planta sin protección,  ya que los días de septiembre era temporada de heladas , el peligro obviamente aumentada.  Por otro lado, cortar el tabaco inmaduro era una locura. Las hojas inmaduras cargadas de humedad rara vez maduraban correctamente.

Y sin embargo, a pesar de la importancia de ese momento en el ciclo de producción, los virginianos no ofrecían una descripción exacta de cuando el tabaco parecía realmente estar maduro.   En ese momento, proporcionaban directrices sueltas, seguramente basada en la experiencia de la sabiduría popular. Cuando se llegaba al corte de la hoja, cada plantador parece haber confiado en su propio juicio.  Ellos, simplemente,  sentían cuando el tabaco estaba listo para el corte;  es porque tenía el aspecto «correcto». Según Tatham, «el tabaco, cuando madura, cambia su color y aspecto grisáceo; la hoja se siente gruesa y si las presionas entre los dedos se raja fácilmente”.  Agregando luego,  «solo la experiencia puede permitir a una persona  juzgar cuando el tabaco está maduro». Richard Henry Lee, un caballero que poseía la experiencia necesaria, aconsejó a los productores a que buscaran «manchas que aparecen en la hoja”.  Otros plantadores adoptaron pautas diferentes, una mezcla de la costumbre local e  intuición, ninguna les garantizaba el éxito.

Los virginianos de la colonia no hacían referencia al corte de septiembre  como una «cosecha». El término era inadecuado, ya que habría sugerido la terminación del ciclo agrícola anual.  Pero para el plantador de tabaco, el corte conducía inmediatamente a otra ardua tarea, el curado, y si fracasaba en esta etapa, no podría trasplantar la planta para el próximo ciclo.  No había tiempo para el festival o la acción de gracias. Un visitante inglés que estudió de cerca el cultivo de tabaco afirmó que un curado apropiado representaba el reto más difícil del plantador, y, a falta de conocimiento y cuidado, hay cada año muchos responsables que han hecho mal la labor, estropeando todo el trabajo que termina valiendo nada.

«Insistió, de hecho, que «el curado del tabaco es un arte». Otro hombre lo denominaba como «un arte más difícil de alcanzar». Otra vez, el factor crucial era el juicio personal. Los esclavos colgaban el tabaco cortado en graneros especiales para el curado, uno todavía puede ver tales estructuras en el sur — donde se realizaba el secado. El truco era producir una hoja ni demasiado seca ni demasiado húmeda. El exceso de humedad causaría, ciertamente,  que el tabaco se pudriera durante el envío a través del Atlántico. Pero si las hojas se dejan secar demasiado, se vuelven  frágiles y a veces se desintegraban antes de llegar a Gran Bretaña.

Experimentados plantadores intentaron terminar el proceso de curado en el momento en que el tabaco se convertía en seco sin ser frágil, flexible sin ser húmedo, ese momento los virginianos le llamaban «caso».  Este punto, explicó Tatham, «sólo puede ser juzgada de forma segura por la larga experiencia».  El problema era que la condición del tabaco podría cambiar radicalmente de hora en hora, moviéndose dentro y fuera del denominado «caso» dependiendo de la humedad. Los días mojados, supuestamente, daban a las hojas de tabaco curadas una mayor flexibilidad y así hizo más fácil el trabajo de los empaquetadores.

«Esta condición», señaló Tatham, «sólo pueden distinguirse por la diligente atención, y la frecuente manipulación; porque cambia a menudo esta calidad con el cambio del clima en un espacio de tiempo muy breve».  Si la colonia experimentaba una caída intensa de lluvias, el plantador estaba obligado  a veces a encender fuegos en el granero de curado de la hoja de tabaco. Aunque el calor ayudaba en el proceso de secado, podría introducir problemas no deseados.  Según Jefferson, «es necesario un gran cuidado [el tabaco] es muy inflamable, y si toma fuego, este y la casa de curado, se consume tan rápidamente como paja».

Después del curado, varias operaciones tediosas se desarrollaban antes de que el tabaco fuera considerado comercial. Cuando las hojas alcanzaban «el caso», los esclavos rápidamente «las quitaron» de los tallos en los cuales habían colgado en el granero de secado.  Aquellos plantadores que obtenían los rendimientos más altos para su tabaco, también tenían que cortar el tallo para obtener la hoja. Esto también era un trabajo aburrido. Los trabajadores de la plantación, hombres como mujeres, quitaban «el tallo más grande o fibras de la red de la hoja», dejando un producto generoso que podría ser fácilmente embalado.  La velocidad con la cual se llevaba a cabo la tarea dependía de «la pericia» de los esclavos. Había que aprender las habilidades necesarias, y «aquellos no acostumbrados a ésta, es difícil que ejerciten con una sola planta”. Independientemente de los trabajadores con experiencia o disposición a hacerlas, estas operaciones requieren cantidades considerables de tiempo, y durante los meses de otoño no era inusual para los esclavos quedarse trabajando en la noche para preparar las hojas de tabaco.

Sólo después de que estas tareas se habían completado el plantador comenzaba a “valorar” el producto. «Los trabajadores colocaban capa tras de capa de hojas en toneles fabricados por toneleros de la plantación. Los hombres empleaban una prensa de mano  «muy apreciada», así se  comprimía el tabaco hasta obtener en una masa casi sólida. Más hojas eran agregadas, y el proceso se repetía  hasta que el tonel  pesaba cerca de mil libras. A veces la presión sobre el tabaco agrietaba las juntas, estallando el tonel. Ya que los fletes se determinaban por tonel individual en lugar de peso total, el plantador  decidía correr el riesgo de rotura. No es de extrañar que Tatham concluyera apreciando que se «requiere la combinación de experiencia y juicio».  Estos toneles son evidentemente difíciles de manejar. Los virginianos generalmente dependían de la gravedad, ya que hacían rodar el tabaco hasta el río. Uno todavía encuentra «esos caminos donde rodaban los toneles» en el siglo XVIII en toda la región de Tidewater. Uno de ellos era el de la familia Lee en Stratford, podía rastrearse desde los campos hasta el lugar en el Potomac, donde una vez estuvo  un pequeño almacén.

Esos trabajos,  como el desmontaje, y otros — continuaron a lo largo del otoño. Un próspero plantador de Virginia, Richard Corbin, aconsejaba a su capataz de plantación que con una planificación cuidadosa de la rutina del trabajo, «el tabaco se encarecerá antes de Navidad, y al estar húmedo ocupara una cuba más, redundando en ganancia”. Pero Corbin aconsejaba la perfección del negocio.  A menudo los toneles no estaban listos para su envío a los almacenes públicos e inspección hasta mucho después del año nuevo.

No era hasta la primavera siguiente, después de quince meses  de la siembra de la semilla del tabaco, cuando el plantador  recién enviaba los toneles cargados al mercado europeo. En ese momento, por supuesto, otra cosecha de tabaco se había sembrado, y empezaba de nuevo el momento de nuevas decisiones sobre el cultivo. El proceso del tabaco tenía pocos momentos de inactividad,  el productor no tenía tiempo para de dejar de preocuparse por el estado de su cultivo. Richard Corbin explicaba el ciclo del tabaco a un ayudante sin experiencia. Sonando sospechosamente como un puritano de Nueva Inglaterra, Corbin observó que «emplear el otoño y el invierno también es la base de un cultivo exitoso en el verano: por lo tanto, se animarán los supervisores que con gran diligencia  de su trabajo puede estar en tomar la iniciativa adecuada y no tener que hacer en la primavera lo que debe hacerse en el invierno: hay tareas suficientes para cada estación del año.»

Cuando Richard Parkinson, un inglés llegado por primera vez a Virginia, los plantadores le explicaron que  se requiere un «año de trabajo que pasar por el proceso» de cultivo de tabaco, que Parkinson más tarde exclamó: » lo que es así» marcando un calendario completo, mes a mes con tareas específicas.»   Esta rutina exigente apenas dejaba tiempo para despejar la tierra fresca para futuras plantaciones o para cortar la madera para combustible y cercas.

Este ciclo de trabajo había afectado la cultura del plantador del siglo XVIII en varias maneras significativas.  El programa de producción que figura no tiene ninguna culminación clara, no hay punto en el que el cultivador puede relajarse y disfrutar de los frutos de su trabajo. Como hemos visto, incluso cortar el tabaco no era denominada una cosecha, ya que se lo debía curar para que pudiera seguir creciendo. Esta era una de las tareas  importantes como cualquiera otra.

Actividades recreativas y de negocios tuvieron que ser programadas alrededor del cultivo del tabaco, esto se realizaba dentro de la rutina de trabajo establecido.

 Los plantadores se molestaban cuando eran llamados a las sesiones de los tribunales de los condados.  Durante el tercer trimestre del siglo XVIII, estas reuniones  duraron a menudo de tres a cinco días y fueron consideradas como una pérdida innecesaria de tiempo. Incluso los jueces frecuentemente se marchaban antes de que la corte del condado terminara su agenda de trabajo. «Y tal vez la borrachera ruidosa que acompañaba a las reuniones públicas, práctica de la milicia, elecciones y bodas, por ejemplo” — podían explicarse, al menos en parte, por la conciencia de los participantes que tales actividades comunales eran inútiles frente al trabajo en los campos y graneros. Placeres personales incluso giraban en torno a tiempo de tabaco. George Washington después de cambiar el cultivo del tabaco  por el de trigo, tenía más tiempo para la caza del zorro, su forma favorita de diversión.  Como un biógrafo observó, el trigo alteró el ritmo de la vida de Washington, «la tierra era arada; se sembraba el grano; después de eso, no se necesita hacer nada mas, excepto mantener ganado, hasta la cosecha.

En segundo lugar, la producción de tabaco promueve la cohesión social. Esta afirmación parece paradójica, pues parece poco probable que un cultivo que restringía las actividades comunales, que dispersaba la población, que fortaleció la conciencia  de los plantadores de su propia autonomía, podría haber generado un sentido de identidad común y objetivo. La solución a este rompecabezas se encuentra en el proceso de trabajo realizado. La producción de tabaco proveyó a los plantadores actitudes individualistas, pero que entre ellos tenía un cuerpo de reglas y suposiciones comunes que les daba unidad.

Los hombres que trabajaban en las plantaciones de tabaco, sea cual sea la época del año, sabían que otras personas en otras plantaciones se dedicaban a tareas similares. Un plantador no tenía, realmente, que ver a otros hombres en el trabajo para saber lo que estaban haciendo. Estas cosas las daba por sentado. Este marco común de experiencia laboral, de un tipo de conocimiento social, que pareciera distante, a menudo sin relación entre otros plantadores son realmente las mismas que tenían los artesanos urbanos u otros hacendados que practicaban otro tipo de agricultura.

La programación de la producción de tabaco se convirtió en una especie de letanía secular, al ritmo de llenar un vaso en lentas gotas,  los plantadores practicaban las paradas necesarias para transformar las semillas en hojas comercializables.  El tejido de normas había atado a un individuo no sólo a sus vecinos, sino también a un continuo histórico de plantadores que trabajaron este cultivo. Desde tiempos inmemoriales los plantadores fijaron en sus mentes el ciclo de producción del tabaco, asimilando ese tiempo con el de la colonia — o por les que debe haber parecido — Virginia había seguido el mismo calendario que la colonia.

Tatham proporciona un ejemplo de esta construcción mental. Mientras realiza la investigación de documentos del siglo XVII relacionados con el comercio del tabaco,  comprendió la  importancia del tabaco en el desarrollo, económico, político, social de la colonia en torno  a este cultivo. «Nosotros aprendemos de estas leyes», el declaró,» cuánto el tema de este propósito fue entretejido en el espíritu de los tiempos;  y cómo casi la historia de la planta del tabaco es aliada a la cronología aliada de este floreciente país,  cuyos logros contribuyan en gran medida… . para dar el tono a los asuntos de la Unión Americana». Como era de esperar, un visitante de Virginia descubrió que «los plantadores nunca salen a las transitadas carreteras,  como lo hicieron sus padres». A mediados del siglo XVIII, muchas personas tanto en la Colonia y  en Gran Bretaña habían llegado a considerar a Virginia y el tabaco como sinónimo. Sin duda, los plantadores sembraron otros cultivos como el maíz, pero estos  nunca adquirieron protagonismo del tabaco. Según un francés que visitó Virginia en 1765, «los productos de la tierra son cáñamo, maíz indio, lino, seda, algodón y una gran cantidad de uvas silvestres, pero el tabaco es el básico de los productos de Virginia. «La evidencia en apoyo de esta observación parecía abrumadora. El tabaco también  estaba en las pequeñas explotaciones agrícolas dispersas a lo largo de  los caminos de la Colonia,  o en los vastos campos de las plantaciones a la orilla del gran río, en los muelles cerca de los almacenes públicos.  El tabaco domina todas las conversaciones in Willimsburg y Friedcricksburg

No era de extrañar que un viajero inglés que etiquetaba el tabaco decía “ que este cultivo es la marca de Virginia.” Robert Beverlcy, un plantador de Tidewater, que generalmente evitaba el leguaje extravagante, llamaba al  tabaco simplemente “nuestro alimento básico.”  A mediados del siglo XVIII, por lo tanto, el tabaco había adquirido considerable importancia simbólica en la sociedad. Vino a representar no sólo una particular experiencia agraria, sino también al propio pueblo, una colectividad de productores.  En este nivel emblemático,  el tabaco había vinculado a los plantadores, grandes y pequeños, con casas de consignación, las casas comerciales de Londres y quienes venden sus cosechas al factor escoses local. Desde luego los grandes plantadores poseyeron más tierra y esclavos, y no parece haber otra producción de escala importante como fue el tabaco en el siglo dieciocho.

 En otras palabras, los grandes plantadores — un Carter o Corbin-   producen más tabaco porque poseían más trabajadores. Los pequeños plantadores que sólo poseían unos pocos esclavos (o ningunos)  crecieron menos.   Las técnicas que emplearon los pequeños plantadores fueron las mismas  que se utilizaban en las plantaciones más importantes. Se enfrentaron a esencialmente los mismos problemas que sus vecinos más ricos. Estos tenían el mismo calendario de trabajo. Y entonces, en cierto sentido, era sólo una versión más pequeña de la gran plantación. Si el tabaco representaba a los plantadores acaudalados, esa gentry culta, esa sociedad acostumbrada a montar  a caballo, la caza de la zorra, que asustó a los gustos del pobre plantador  James Irlanda , también podría evocar la imágenes del pequeño plantador que podría hacerse rico,  adquirir esclavos y tener una imponente casa de ladrillo.

El tabaco simbolizó posibilidades económicas y así promovió la cohesión social. (2)

La siguiente traducción del texto en ingles  está realizada en torno al uso de la Historia Escolar, se han dejado de lado ciertas precisiones debido a la complejidad del texto, (eliminando las citas aclaratorias del editor.) como las puntuaciones.

Traducción: Matias Wibaux, Daniel Virgili, Carlos Van Hauvart.

Cita:

(1) Breen, T.H., Tobacco Culture. The Mentality of the Great Tidewater Planters on the Eve Revolution, Princeton University Press, New Jersey, 1987, pag. 216.

(2) Breen, T.H. op.cit. pp. (46:48)

Edición y correción: Maximiliano Van Hauvart, Estudiante UNMdP

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Carlos-2

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