Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

La economía de Europa en un período de crisis (1600-1750) por Jan De Vries

De Vries Jan, La economía de Europa en un período de crisis, 1600:1750. Editorial Cátedra, , Madrid, 1982, pag.244.

ISBN 84-376-0191-6

Fragmento del:

CAPÍTULO IV

El dinamismo del comercio

Comercio europeo.

 A comienzos del siglo XVII los europeos habían extendido ya sus rutas de comercio y exploración a casi todo el mundo. En el siglo anterior habían llevado a cabo la impresionante proeza de asimilar a la economía europea tanto las dilatadas extensiones de la Europa oriental y Rusia, como el Nuevo Mundo al otro lado del Atlántico. Las viejas redes comerciales en las que el Báltico y el Mediterráneo funcionaban casi como entidades económicas autónomas desaparecieron para verse reemplazadas por una economía mundial articulada de forma flexible

 La pieza clave de las extensas rutas comerciales europeas era España, y dentro de España, Sevilla. Los comerciantes de esta ciudad organizados en la Casa de Contratación  poseían monopolios reales para la explotación del comercio con las posesiones ultramarinas españolas. Con el descubrimiento de plata en Bolivia y Méjico este comercio asumió una importancia internacional; según algunos se convirtieron en la fuerza impulsora de la expansión de la economía europea. Mientras que el tonelaje de las flotas enviadas al Nuevo Mundo pasó de 10.000 toneladas en los años 40 del siglo XVI al doble, triple o incluso a más del cuádruple de dicha cantidad en el año de máxima intensidad —1608—, la afluencia de plata a Sevilla aumentó más de siete veces. Con esta plata se pagaba a los extranjeros por el amplio conjunto de productos manufacturados que se enviaban al Nuevo Mundo (pues la producción española resultaba inadecuada para ello) y se pagaban las operaciones militares y el préstamo exterior del Estado (puesto que la corona recibía automáticamente una parte de la plata). Los banqueros genoveses y los comerciantes italianos, ingleses y holandeses vinieron a depender de su comercio con España. ¿Cómo podrían dichas naciones comerciar con el Levante, el Báltico o Noruega cuando importaban de ellos más de lo que esas áreas deseaban comprarles a cambio? Necesitaban metales preciosos, oro y plata, para posibilitar estos comercios, y España era con mucho la fuente más importante. Toda Europa vino a depender de esa peculiar combinación de poder y debilidad que era España. Es en este sentido cómo la economía española asumió una posición central a la vez que era incapaz de dominar realmente la economía europea.

El sistema se vino abajo en las primeras dos décadas del siglo XVII. Las importaciones de plata de Sevilla, después de una fase de estancamiento, comenzaron un firme descenso en la tercera década, de la misma forma que el volumen de las exportaciones al Nuevo Mundo. La catástrofe demográfica de la población india, de cuyo trabajo dependían —también en las minas de plata— los españoles, unida a los costes crecientes de la explotación de las minas, reduje-ron la producción de plata lo que a su vez redujo la demanda colonial de productos manufacturados. A la vez la incapacidad de España de evitar que otros poderes marítimos piratearan o interrumpieran sus rutas comerciales atlánticas obligó a las economías coloniales a adoptar una postura más autosuficiente. Quizás esta orientación económica más autárquica hubiera sido un inevitable rasgo de madurez; sea cual fuere la causa, el caso es que la plata fue desviada hacia rutas comerciales inter-americanas, reduciendo aún más las exportaciones de plata. En poco tiempo Sevilla dejó de resultar un mercado atractivo para los productos manufacturados y los gobiernos de toda Europa se encontraron de repente con una obstrucción de sus fuentes de moneda.

 El caos monetario resultante de la experimentación con emisiones de cobre para suplir el oro y la plata, y las reducciones de la ley y revaluaciones de las monedas –particularmente en el Báltico, Alemania y la misma España– desarticularon de tal manera el proceso mercantil que Europa se vio sumida en una grave crisis económica en 1619-22. El comercio del Báltico, calculado en base a los peajes recaudados por el Rey de Dinamarca, bajó prácticamente todos los años entre 1618-1630 y se mantuvo a unos niveles bajos permanentemente, sobre todo a causa de los reducidos embarques de grano en dirección a Europa occidental. Finalmente, la expansión física de las rutas europeas en Asia tocó a su fin cuando las últimas economías que ofrecían posibilidades a los comerciantes europeos —China y Japón— comenzaron a tomar medidas destinadas a limitar estrictamente las implicaciones europeas en el comercio.

 El comercio internacional había crecido espectacularmente en referencia a la explotación de las diferencias existentes en recursos naturales, los valores relativos divergentes del oro y la plata y su divergente poder de cambio por mercancías en las lejanas áreas conectadas entre sí durante la expansión del siglo XVI. La expresión extrema de esta base especulativa del comercio internacional era el comercio Manila-Acapulco. Por el altísimo valor de la plata en Asia y la enorme demanda de seda en Europa, los españoles encontraron rentable enviar la plata a Manila y cambiarla por seda, que sería enviada a su vez a Acapulco, trasbordada a Vera Cruz y por fin mandada a España. Pequeñas alteraciones en estas condiciones dieron al traste con este comercio a principios del XVII. (1)

Indice:

PRÓLOGO.  11

CAPITULO I.

EL PERIODO DE CRISIS 11

Introducción   13

Población.   15

Tendencias económicas   28

Explicaciones..   33

Economías en decadencia  37

CAPITULO II.

LAS ECONOMÍAS AGRARIAS SIGUEN CAMINOS DISTINTOS

La agricultura   43

El incremento de la producción  49

Estructuras divergentes   59

El campesinado: ¿desaparece o se consolida?  92

CAPITULO III.

LA REESTRUCTURACIÓN DE LA INDUSTRIA

Industria y depresión agrícola  95

Localización industrial y la difusión de técnicas 97

Cambio tecnológico   101

Cambio organizativo   104

La industria textil  108 La dinámica de la proto-industria  114

El proletariado: ¿una nueva clase?  118

CAPÍTULO IV. EL DINAMISMO DEL COMERCIO

Comercio europeo   121

Comercio no-europeo   136

CAPITULO V. URBANIZACIÓN Y TRÁPICO REGIONAL

Unidades de la vida económica  153

Urbanización.  154

El comercio cerealista  164

Las fuentes de energía  169

Servicios de transporte   173

CAPÍTULO VI.

EL CAPITALISMO SE CREA SU PROPIA DEMANDA

El carácter de la demanda  181

Demanda de bienes de consumo  186

Inversión   196

Demanda estatal   203

Demanda exterior   210

CAPITULO VII.

LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL Y LA BURGUESÍA

Fuentes de capital  213

Las aspiraciones de la burguesía  217

Oportunidades de inversión  222

Créditos a corto plazo y bancos  229

La burguesía: ¿en auge o petrificándose?   234

CAPÍTULO VIII. MERCANTILISMO, ABSOLUTISMO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO

EL ESTADO  237

CONCLUSIÓN   244

 

Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.

 

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