Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

La gorda es bella. Algunos comentarios por Carlos Van Hauvart y Diana Duart.

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Comentario de la Prof. Diana A. Duart y el Prof. Carlos A. Van Hauvart

Hace más de 20 años como muchos docentes, más allá de lo prescriptivo de los planes de estudios, decidímos  que temas teníamos que incorporar, por supuesto en primer lugar estaba la historia desde abajo, la carencia de manuales escolares que acompañaran o aportaran textos propios o fragmentos de obras, hacía que uno, aunque pensándolo bien sigue sucediendo, producía su propio material.

La Europa desvastada por la peste negra, una peste que viajaba caminando en verano y cuyo resultado directo fue el derrumbe de la Economía Feudal dando paso a la germinación de la modernidad, la subalimentación de campesinos o campesinas que emigraban a las urbes para convertirse en artesanas urbanas para incorporarse al ciclo textil apenas eran tratados y que aun hoy son mímimamente señalados.

La búsqueda de nuevas rutas comerciales llevó a los europeos a un nuevo continente o como lo denominarían el Nuevo Mundo, que no solamente transfirió riquezas metalíferas a Europa. También la salvo del hambre, la papa ese cultivo tan preciado fue reemplazando al trigo, la papa se adaptó al suelo europeo aun en las duras condiciones que este le imponía a la agricultura, desde la Irlanda a la Rusia esteparia. Los europeos decidieron en la propia américa replicar los cultivos europeos, pronto se dieron cuenta que esa adaptación fracasaría, Puritanos y Castellanos se rendirían ante el maíz, como nos lo contara Arturo Warman en la “historia de un bastardo: Maíz y capitalismo”.

En torno a esa búsqueda que hiciera más interesante  la historia escolar en un aula, fortuitamente dimos con el texto de Sara F. Matthews Griecco “El cuerpo, apariencia y sexualidad”, con un subtítulo sugestivo, LA GORDA ES BELLA que está en la Historia de las mujeres, del Renacimiento a la Edad Moderna cuya dirección general estuvo a cargo de George Duby y Michelle Perrot, pero para ese tomo, el III, fue dirigido por Arlette Farge y Natalie Zemon Davis.

Encontré en el trabajo Sara F. Mattthews Griecco, lo que Eric Hobsbawn nos proponía a los docentes en su Historia del Siglo XX, conectar el pasado con el presente para romper con esa idea <<en su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven>>.

La belleza no era un tema particularmente importante para mí, si la alimentación, sin embargo un tema crucial para nuestros jóvenes es que comen y porque lo comen, la dieta o las dietas, con una temática social que empezaba a nacer como una problemática, la bulimia y la anorexia. En torno a esto si empezó a cobrar importancia el tema de la Belleza física, cada sociedad a lo largo de su historia tiene su propio canon de belleza, que hasta puede ser opuesto en el mundo contemporáneo, lo que es bello para nosotros, tal vez no lo sea para los mongoles. El siglo XX y estos primeros pasos del XXI han mostrado una “dictadura” de quien es bello y porque es bello imponiendo una pesada carga en quien no cumple esos requisitos, transformar el cuerpo para complacer ese canon debe ser objeto de nuestro análisis y hacer entender que nadie lo debe cumplir, porque al fin y al cabo todo cambia rápidamente, especialmente ese canon de belleza al que se le cruza la moda de la vestimenta.

Me gustaría sin embargo antes de que ustedes lean la cita que extraje del trabajo de Sara F. Matthews Griecco y que me ha acompañado desde hace muchos años, me siguieran con la lectura de tres pequeños extractos del trabajo de Massimo Montanari “el hambre y la abundancia, historia y cultura de la alimentación en Europa” que publico Jacques Legoff , que Carlos Mayo me recriminaba no leerlo, ha sido la insistencia de Diana -no de leerlo para ella-, sino ante mi pereza, me lo leyera, siempre me gusto leerles a mis alumnos, en este caso el afortunado soy yo:

 

“…A través de las vicisitudes de la comida, de los sistemas de producción y de los modelos de consumo, se pretende abarcar mucho más: posiblemente la historia de nuestra civilización (…) no podría ser de otro modo, puesto que la supervivencia cotidiana constituye la primera e ineludible necesidad del hombre. Pero también la comida también es placer, y entre esos dos polos se desarrolla una historia difícil y compleja, muy condicionada por las relaciones de poder y las condiciones sociales. Una historia de hambre y abundancia, en la cual el imaginario cultural también desempeña un papel decisivo. Una historia que, debo repetirlo, no desea de hecho ser <<distinta>> o <<alternativas>>: en virtud de su importancia para la existencia, la historia de la alimentación transcurre en armonía con las <<otras>> historias, las determina y es a su vez determinada…”

En: Montanari, Massimo, El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa, Critica-Barcelona, 1993, p.11

 

“…Sin duda, no faltaban los dramas, como cuando una inundación, una helada o una sequía destruían las cosechas; cuando partidas de hombres armados recorrían los campos y saqueaban a su antojo; cuando la enfermedad diezmaba los animales, sustrayendo comida a los hombres. Entonces la escasez de alimentos hacía que se buscaran soluciones de urgencia, como hiervas y raíces desacostumbradas, panes extraños y carnes de todo tipo, algo que también se ha visto en época muy reciente durante los años terribles de guerra. Escribe Gregorio de Tours:

Hubo aquel año una intensa hambre en casi toda la Galia. Muchos hombres hicieron pan con pepitas de uva, con candelillas de avellano, algunos incluso con raíces de helecho prensadas; Las ponían a secar y las molían, mezclándolas con un poco de harina. Otros muchos hacían lo mismo con la meleza de los campos. Los hubo que, careciendo por completo de harina, cogían hiervas y las comían, con lo que se hichaban y sucumbían…”

En: : Montanari, Massimo, El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa, p. 14

 

“…La utopia del país de la abundancia es proyectada a las tierras de ultramar, imaginando que son ricas en todos los bienes de dios, con infinitas reservas de alimentos. Proliferan los poemas como el de un anónimo de Módena, que en la primera mitad del siglo XVI canta el descubrimiento de un <<hermoso país… que es llamado BuonaVita>> por parte de <<navegante de la mar oceana>>. Pero en este nuevo lugar, <<que nunca fue visto y del que nunca se oyo hablar>>, no hay alimentos exóticos ni bebidas insolitas; <<una montaña de queso rayado se ve en medio de la llanura, que encima un caldero le han llevado>>; es un caldero de una milla de ancho <<que siempre hierve, cuece macarrones; y luego, una vez cocidos, los echa fuera>> y <<se derraman>> por el monte. <<Y de buen vino están llenas las fuentes>>. Y deams buenas hiervas, ríos de leche con los que se hacen sabrosos requesones, uvas, higos, melones, estarnas y capones, tartas, pan blanco y, naturalmente, <<los asnos se atan allí con loganizas>> y cuando lleve <<llueven raviolis>>. En suma, un amplio inventario de la mejor gastronomía de los siglos XV-XVI …”

: Montanari, Massimo, El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa, p.100

 

La gorda es bella

“…A finales del Siglo XV y durante el siglo XVI, el ideal medieval de la dama aristocrática graciosa, de caderas angostas y pechos pequeños dio paso a un modelo más gordo, de caderas anchas y pechos llenos. ¿Es mera coincidencia el que este cambio en la estética corporal se corresponda con una significativa evolución en los hábitos alimentarios de las elites de la época?. Los libros de cocina de los siglos XIV y XV muestran una marcada preferencia por las salsas agrias y acidas, sin azúcar ni grasas, mientras que en los siglos XVI y XVII abundan la mantequilla, crema y dulces. ¿Eran las mujeres de las clases dominantes más gordas que sus antecesoras medievales y la moda se adaptó a una realidad física cambiante? ¿o es que las mujeres renacentistas desarrollaron deliberadamente una silueta redondeada en función del ideal de belleza por entonces corrientes?. En todo caso, una gordura “saludable” al igual que la limpieza, estaba en general reservada a los ricos, mientras que la delgadez se considerable horrible, enfermiza y signo de pobreza. Después de todo, la mayoría de las mujeres –campesinas, sirvientas y artesanas- comían peor que los varones de su misma condición, puesto que la comida mejor y más abundante se reservaba para los miembros masculinos de las familias, después de los cuales, y por este orden, seguían los niños y las mujeres. Las mujeres europeas se hicieron también más pequeñas entre los siglos XIV y XVIII, en función de una crisis económica y agrícola que sólo remitió en el curso del último siglo. Otra consecuencia de la subalimentación femenina fue un cambio significativo en la edad de la pubertad, que fluctúa en función de la relación entre edad y peso corporal.

(…) raquitismo, escorbuto y una variedad de enfermedades de aspecto desagradable siguieron tras la huella de la subalimentación crónica. No es asombroso que las mujeres y las clases altas se cuidaran de distinguirse de sus menos afortunadas hermanas, (…) de aquellas cuya vida dura no solo las volvía “feas” a los ojos de sus contemporáneos, sino también prematuramente viejas. …”

 

En: Matthews Griecco, Sara F. “El cuerpo, apariencia y sexualidad”, en :Farge, Arlette; Zemon Davis, Natalie, Historia de las Mujeres, Del Renacimiento a la Edad Moderna, Taurus, Madrid, 1992. P.75

 

“…Los cánones y criterios de la belleza femenina:

Mientras que la cultura clerical de la Edad Media era proclive a un cierto temor ante la belleza femenina y el poder que ésta daba a las mujeres sobre los hombres, el Renacimiento neoplatónico atribuyo un nuevo valor a la belleza al declararla signo exterior y visible de una “bondad” interior e invisible.

 

https://www.youtube.com/watch?v=2-FaHru9zAs

 

La belleza ya no se consideraba una posesión peligrosa, sino más bien un atributo necesario del carácter moral y la posición social. (…) No sólo se ensalzó la belleza femenina como garantía de probidad moral e inspiración para quienes tenían el privilegio de contemplar una bonita cara, sino que también estaba codificada por una producción masiva de pomas de amor, libros de buenas maneras y colecciones de recetas para cosméticos.

(…) Y la tradición literaria y oral atribuía a las mujeres una lista de “bellezas”, cuya cantidad aumentó de tres a treinta en el curso del siglo XVI. De acuerdo con Morpurgo, en El costume de la donne , de 1536, la lista todavía es mas larga. La mujer ideal no tenía menos de treinta perfecciones:

Tres largas: pelo, manos y piernas.

Tres cortas: dientes, orejas y senos.

Tres anchas: frente, torax y caderas.

Tres angostas: cintura, rodillas y ………

Tres grandes (“pero bien proporcionadas”): Altura, brazos y muslos.

Tres finas: cejas, dedos, labios.

Tres redondas: cuello, brazos y ……

Tres pequeñas: boca, mentón y pies.

Tres blancas: dientes, garganta y manos.

Tres rojas: mejillas, labios y ………

Tres negras: cejas, ojos …………       …”

 

: Matthews Griecco, Sara F. “El cuerpo, apariencia y sexualidad” p.79


 

Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP

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