Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

El juez y el historiador por Carlo Ginzburg.

Ginzburg, Carlo, El juez y el historiador, acotaciones al margen del caso Sofri. Anaya& Mario Muchnik, España, 1993, p.182.

ISBN 84-7979-043-1

 

Comentario de Solapa:

El 17 de mayo de 1972 unos asesinos desconocidos matan al comisario de policía italiano Luigi Calabresi. Hacía ya más de un año que Calabresi protagonizaba una áspera campaña de prensa, sobre todo en las columnas del periódico Lotta Continua, de la extrema izquierda extraparlamentaria. En dicha campaña Calabresi resultaba ser el máximo responsable de la misteriosa muerte del anarquista Giuseppe Pinelli, cuyo cadáver había sido hallado durante la noche del 15 de diciembre de 1969 en el jardín de la Jefatura de Policía de Milán, a la que había sido convocado para declarar acerca de la matanza de piazza Fontana, ocurrida pocos días antes (tema de la célebre parodia de Dario Fo), Muerte accidental de un anarquista). Transcurren dieciséis años. En julio de 1988 Leonardo Marino, un ex obrero de la Fiat que había militado en Lotta Continua, se autoacusa del asesinato del comisario Calabresi y, al mismo tiempo, acusa a otro ex militante (Ovidio Bompressi) y a dos ex dirigentes del mismo grupo extraparlamentario (Adriano Sofri y Giorgio Pietrostefani). El 2 de mayo de 1990, al final de un proceso clamoroso que dividió la opinión pública italiana, la Corte d’Assise de Milán condena a Adriano Sofri y a Giorgio Pietrostefani como comanditarios del crimen y a Ovidio Bompressi como ejecutor material del mismo, a veintidós años de cárcel; y a Leonardo Marino, acusador y auto acusador, a once años de cárcel. ¿Son de fiar las acusaciones y la autoacusación de Leonardo Marino? ¿Es justa la  sentencia de los jueces milaneses? Carlo Ginzburg, el gran historiador italiano, autor del celebérrimo El queso y los gusanos, intenta responder a estas preguntas mediante el análisis de cartas del proceso. La indagación sobre este trágico capítulo de la historia italiana más reciente se entrecruza con una reflexión metodológica sobre los indicios y las pruebas, sobre el trabajo del historiador y el de juez, sobre lo que los une y lo que los separa.

 

El juez y el historiador

Introducción

Una ligera desorientación. Tal es la primera sensación experimentada por quien, acostumbrado por razones profesionales a leer procesos inquisitoriales de los siglos XVI y XVII, empieza a revisar las actas de la instrucción dirigida en 1988 por Antonio Lombardi (juez instructor) y Ferdinando Pomarici (fiscal) contra Leonardo Marino y sus presuntos cómplices. Desorientación porque estos documentos tienen, frente a cualquier expectativa, una fisonomía curiosamente familiar. Hay en ellos diferencias importantes, como la presencia de abogados defensores, que aunque prevista en un manual inquisitorial como el Sacro Arsenale de Eliseo Masini (Génova, 1621), raramente se ponía en práctica en aquella época. Además, como en los tribunales inquisitoriales de hace tres o cuatro siglos, los interrogatorios de los posibles culpables se llevan a cabo en secreto, lejos de las miradas indiscretas del público (de hecho, en lugares inadecuados, como cuarteles de carabineros).

Los interrogatorios se desarrollan, o mejor, se desarrollaron. Con la entrada en vigor del nuevo código ha desaparecido parcialmente del proceso penal italiano la instrucción secreta: esto es, el aspecto más inquisitorial que inadecuadamente se emparejaba con el otro aspecto, más acusatorio, constituido por la fase del juicio ora1. La instrucción, dirigida por Lombardi y Pomarici contra Marino y sus presuntos cómplices, ha sido una de las últimas (y quizá precisamente la última) llevada a cabo según el antguo código. Pero la impresión de continuidad con el pasado que me había sorprendido de inmediato no estaba ligada solamente a los aspectos institucionales de la fase de instrucción. Se debía a una semejanza más sutil y específica con los procesos inquisitoriales que mejor conozco: los efectuados contra mujeres y hombres acusados de brujería. En ellos la incitación a la complicidad tiene una importancia crucial: sobre todo cuando en el núcleo de las confesiones de los acusados se halla el aquelarre, la reunión nocturna de brujas y brujos. (1)

 

Indice:

9 Introducción

13 El juez y el historiador

115 Notas

125 Post scriptum

169 Cronología

175 Post scriptum 1993

 

Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.

Carlos-2

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