Lewis-Jones, Huw y Herbert, Kari, Exploradores, cuadernos de viaje y aventura, GEOPLANETA, Editorial Planeta, impreso en China, 2016, pag.330.
ISBN 978-84-08-15994-0
Prologo de Robert MacFarlane:
Una de las historias más extraordinarias narradas en este extraordinario libro es la del explorador y misionero David Livingstone. La mañana del 15 de julio de 1871, Livingstone se encontraba en la ciudad congoleña de Nyangwe. De repente, unos traficantes de esclavos árabes abrieron fuego contra los lugareños. Cuando empezó el tiroteo, el explorador se puso a cubierto y vio, horrorizado, cómo cientos de congoleños eran abatidos a tiros.
Livingstone estaba desesperado por dejar constancia de aquella matanza, pero como no tenía tinta ni papel, tuvo que improvisar. Aplastó unas bayas para sacarles el jugo, arrancó las páginas de un ejemplar del London Evening Standard y escribió, en perpendicular, una descripción de aquella atrocidad entre las apretadas columnas del periódico. Cuando finalmente fue publicado el relato de primera mano de Livingstone, causó tal conmoción que provocó el cierre del mercado de esclavos en Zanzíbar. Sin embargo, el documento original era tan delicado y la tinta tan débil, que la letra era ilegible y finalmente invisible. Solo en los últimos tiempos la «tecnología de la imagen espectral» ha conseguido descifrar de nuevo el escrito primitivo, un relato fantasmal de una época lejana que ha sido recuperado con todo su esplendor para ser disfrutado de nuevo.
Las páginas de este libro ofrecen una y otra vez la belleza de esta recuperación «espectral», y están repletas de visiones y escenas que sorprenden por su inmediatez, a pesar de estar separadas de nosotros por grandes golfos de la geografía y la historia. Una típula zumba a través de los diarios de Laponia de Linneo. Una multicolor rana arborícola de Sarawak aparece acuclillada en los de Alfred Wallacc, con sus anchas patas palmeadas agarradas a ambos extremos de la página en la que ha sido pintada. El exquisito dibujo a lápiz de William Burchell reproduce la cabeza de un rinoceronte blanco sudafricano tan vívidamente que parece que hubiera empujado con sus cuernos hasta penetrar en el papel. Sydney Parkinson dibujó los tatuajes que se apretujaban en las nalgas de los maoríes que visitaron el Endeavour, el barco de James Cook, en noviembre de 1749 (esas nalgas constituyen en sí mismas otro cuaderno de bocetos, los tatuajes, otra forma de registro a lápiz y tinta), y sus dibujos representan otro momento que vuelve a la vida: los maoríes y los marineros comunicándose con cautela, mientras Parkinson movía su lápiz por la página, observando a esos hombres desnudos, con tatuajes de tinta negra en la piel, cuando se desplazaban por la cubierta del barco y las espumosas olas del mar se estrellaban contra los acantilados de la península de Cape Brett…
Indice:
Imágenes:
Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP