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Mano de obra en las estancias: de gauchos a peones rurales.
por Diana A. Duart CEHis-FH-UNMdP y Carlos A. Van Hauvart CEHis-FH- CNAUI-UNMdP.
Los historiadores del periodo tardocolonial han discutido sobre la temática de la mano de obra en el mundo rural rioplatense. La imagen que subsistió durante un largo periodo, mostraba que el gaucho era un vagabundo que se resistía a incorporarse al mercado de trabajo y que, tanto, los funcionarios coloniales y los estancieros los condenaban mediante la coacción legal.
Así, los relatos como las diversas fuentes de la época revelaban dos problemas a los cuales se enfrentaban los estancieros. El primero referido a la crónica escases de mano de obra en momentos determinantes como la cosecha o la yerra, y el segundo la indisciplina del gaucho que se negaba a convertirse en peón rural.
Los historiadores han resaltado que las distintas autoridades coloniales intentaron además restringir los momentos de ocio de los gauchos fijando normas estrictas, limitando o prohibiendo las bebidas alcohólicas especialmente en los momentos de cosecha, los lugares de juego, especialmente el de “naipes”. Muchos de estos establecimientos debían cerrar de noche y en muchos casos en los días laborales y que demuestran más allá del éxito de estas medidas un interés de disciplinamiento laboral que contaba con el beneplácito de los estancieros coloniales. La mirada de las autoridades coloniales estaba entonces sobre “los vagos y mal entretenidos” que se entregaban a diversas prácticas que los llevaba al “ocio”.
Los historiadores concuerdan que existió una amplia legislación en el periodo colonial y que continúo durante la guerra de independencia y la construcción del estado de Buenos Aires, lo que revela la continuidad del problema para los estancieros y sus actividades rurales. Además muchos convienen que estas medidas no eran eficaces y no lo eran porque el estado colonial que debía velar por el cumplimiento de esta legislación era débil en el mundo rural, los medios para hacerla cumplir eran casi inexistentes. Esa es la queja recurrente de los Alcaldes de la Hermandad y los jueces rurales muchos de ellos estancieros.
Como señalamos, el naciente mercado laboral sufría de una crónica escases de brazos para realizar las tareas que se plasmaban en las estancias, la creciente demanda de mano de obra rural por parte de los estancieros no podía ser satisfecha por la oferta de estos gauchos que se negaban a convertirse en peones. Entonces hay pocos o muchos gauchos para satisfacer al mercado laboral rural? o los gauchos no quieren ingresar al mercado laboral como peones? Y cuando lo hacen exigen condiciones que los estancieros no están dispuestos a aceptar. Estas son las preguntas que todavía hoy se trata de responder.
El primer interrogante planteado por los especialistas es cuanta mano de obra se necesitaba para las actividades de las estancias, esta respuesta la dio un historiador llamado Jorge Gelman en 1984. El estimaba que a finales del siglo XVIII hay un sotck ganadero de 1.500.000 cabezas de ganado cimarrón y se requerían entre 1600 a 3500 personas en los distintos trabajos ganaderos. Además nos decía que para las actividades relacionadas con la agricultura, entre enero y febrero en la época de la cosecha era necesario el trabajo de 10.000 personas y se requerían a mediado de año para la época de la siembra de al menos 4000 personas. Estas cifras han sido criticadas por otros historiadores, determinando que eran mayores, pero dio el punta pie para establecer una cifra estimativa de cuanta mano de obra era necesaria en las estancias bonaerenses.
Otros historiadores observaron que no solamente estos gauchos errantes ingresaban en momentos determinados en el marcado laboral para realizar tareas rurales, muchos labradores que apenas poseían un puñado de tierra se “conchababan” en las estancias para complementar sus ingresos trabajando como peones.
Además se estableció que los gauchos se convertían en peones rurales durante la cosecha en donde se pagaban buenos salarios, entonces podían entrar en el mercado laboral con relativa facilidad como salir de este.
La segunda pregunta que podemos plantearnos, es ¿qué hacen y como sobreviven los gauchos cuando están fuera del mercado laboral? Y podemos hipotetizar que hay alternativas al mercado laboral como peones de las estancias, que permiten otras opciones de subsistencia gracias a la existencia de una frontera abierta, a la abundancia de tierras, con acceso a satisfacer necesidades alimenticias gracias al ganado cimarrón, además de medios para obtener ingresos gracias a la caza de nutrias, la pesca o lo obtenido del faenamiento ilegal de ganado para la obtención del cuero.
Otro interrogante para explicar la crónica escases de mano de obra, era el ausentismo que se registraba entre los peones que trabajaban permanentemente en las estancias y que agravaba la situación por la falta de mano de obra que denunciaban los estancieros.
Inasistencias de los peones: Estancia Las Vacas (julio-diciembre, 1793)
Peones sin ausencias | 28 |
De 1 a 5 días de ausencias | 10 |
De 6 a 10 días de ausencias | 3 |
Más de 10 días de ausencias | 58 |
Fuente: Jorge Gelman[2]
La paga ha sido un tema también controversial entre los historiadores. La visión más clásica que recorre toda la América tardocolonial española es el llamado peonaje por deuda, en el cual el estanciero vende al peón lo necesario para su subsistencia a elevados precios obligándolo a trabajar para pagar esa deuda, en un ciclo sin fin.
Sin embargo en el mundo rural bonaerense a partir de los registros minuciosos de los “libros de cuentas” llevados por mayordomos de estancias de distintas órdenes religiosas se pueden observar distintas formas de pago de salario.
La primera distinción era que el salario no siempre era el mismo, estaba relacionado con la tarea y la duración de esta, en 1780 los segadores cobraban 4 reales por día mientras los trilladores cinco, y los menores dos.
La yerra de animales desde vacunos cimarrones, caballo, burros o bueyes podía pagarse de un peso a seis reales por día. Los peones que trabajaban permanentemente en las estancias podían recibir un salario de entre seis a siete pesos mensuales siendo los domadores los mejores pagos con 10 pesos al mes. Estos pagos se hacían en moneda, muchas veces en forma de adelanto o en especies. Muchos al recibir el salario adelantado simplemente se iban de la estancia sin cumplir sus tareas para volver tiempo después.
Los peones querían metálico y los estancieros preferían el pago en especie de productos que compraban más barato al por mayor y que aumentaban para obtener mayores beneficios. Las disputas entre estancieros y peones eran recurrentes. Hoy los historiadores tratan de reconstruir el costo de vivir en las áreas rurales y si ese salario era suficiente para subsistir.
[1] AGN, X, 8-10-4. Censo de 1815.
[2] Gelman, J.,(1986) New perspective on and old problem and the same source: The gaucho and the rural history of colonial Rio de la Plata. HAHR 69 (4), 715-731.
Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP