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Notas dispersas sobre Historia

Diego Vasicuio, el sacerdote del Perú | Francisco Colonna | Cap 15 | Historias coloniales

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Diego Vasicuio, el sacerdote del Perú | Francisco Colonna | Cap 15 | Historias coloniales

Guión por Francisco Colonna

Hola a todos y todas. Bienvenidos nuevamente a otro capítulo de Historia Coloniales. Hoy indagaremos sobre la historia de Diego Vasicuio, un sacerdote que vivió en entre finales del XVI y principios del siglo XVII en el sur del Perú, para ver cómo las estrategias y las luchas por la supervivencia tomaban cuerpo en los actores de la sociedad colonial.

El relato de Diego es recuperado de la obra de Sweet y Nash “La lucha por la supervivencia”, donde los autores se propondrán un objetivo muy específico: recuperar una serie de personajes y actores de las diferentes colonias en América, para iluminar cómo “los de abajo”, los sometidos por parte de las metrópolis, se relacionaban y respondían ante la situación de dominación.

Poniendo en práctica estrategias de resistencia, estas personas reaccionaban ante el contexto e intentaban mantener vivos distintos aspectos de sus propias culturas. El caso que hoy analizaremos está enmarcado dentro de la llamada “lucha colectiva”; es decir, las acciones de supervivencia realizadas por grupos coordinados de personas.

La vida de este sacerdote transcurrió entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII en el Virreinato del Perú, en una localidad conocida como San Francisco de las Chichas.

Allí, como en todo el virreinato, las reformas realizadas por el virrey Toledo, pasada la segunda mitad del siglo XVI, tuvieron un impacto directo en la sociedad y la economía: Toledo trajo de Europa una nueva técnica de producción de plata, denominada azogue, que requeriría mayor cantidad de mano de obra.

Como muchos otros indígenas del Perú, es posible que Diego haya sido sometido al sistema de la mita: reutilizado de las sociedades originarias, exigía a cada indígena hombre mayor de edad trabajar por un tiempo determinado en alguna de las minas andinas. Cumplidos dichos turnos, que representaban aproximadamente dos meses al año, era permitido volver a los ayllus.

Sin embargo, debemos recalcar otro aspecto muy importante para entender esta historia: el rol de la Iglesia. Uno de los objetivos principales de los conquistadores fue convertir a los indígenas al cristianismo. Se llevó a cabo un proceso de educación en la religión cristiana, buscando que los indígenas abandonen sus “cultos prohibidos”, para que las generaciones futuras de indígenas los abandonen desde pequeños.

 A partir del siglo XVII, esta política religiosa se endureció. A través de la imposición violenta, de la destrucción de figuras y templos y la prohibición de ritos, se intentó así borrar con todo rastro de los cultos americanos previos.

En todo este contexto, la Iglesia llevó a cabo investigaciones, persecuciones, juicios e impuso castigos a los indígenas que persistían en sus creencias previas, siendo mucho más severa con los que se resistían, ocultaban o practicaban estas religiones en secreto.

Diego Vasicuio, como sacerdote, era el encargado de guiar al culto del dios Sorimana, de origen americano. Habiendo heredado la guaca de su abuelo y de su padre, así como la enseñanza sobre las plegarias y las ceremonias a realizar, mantenía vivo al dios andino entre los integrantes de su comunidad: en una cueva de las inmediaciones, estaba oculto el santuario donde se guardaba la guaca y se celebraban los ritos al dios Sorimana.

El problema apareció, entonces, cuando Diego fue acusado ante el padre de la parroquia local por practicar y predicar un culto prohibido. Recordando lo que explicamos sobre el rol de la Iglesia frente a estos temas, el padre inicia una investigación, y es aquí donde, a través de los documentos que nos quedaron de la búsqueda del padre, podemos ver cómo se las ingenió Diego para mantener vivo al dios andino.

Como dijimos al principio del video, el caso de Diego forma parte de las estrategias de lucha colectiva: esto significa que, además de él, otros actores intervinieron y colaboraron con Diego para mantener al culto secreto lejos del padre.

Llegado el momento, Diego tuvo que confesar su “delito”, pero no se iba a dejar vencer tan fácil. Cuando el padre le dijo que le revele donde se hallaba la cueva donde guardaba la guaca, Diego lo guió hacia la cueva… donde se celebraba un culto rival al de Sorimana.

Enfurecido, el padre le solicita a Diego que entregue la guaca: este prepara, en complot con el curaca y otros miembros de la comunidad, prepara otra piedra de dimensiones similares y hasta le confeccionan las mismas telas que vestía la original.

No lo sabemos con certeza, pero los autores estiman que el padre creyó las mentiras, ya que los registros del caso narran con los castigos que les fueron impuestos a Diego y a sus seguidores. Estos principalmente en  consistieron en muestras de arrepentimiento y de adhesión a la religión cristiana frente al pueblo.

Los autores aquí también se aventuran a pensar que incluso Diego prefirió someterse a estas penas. ¿Pero por qué? Porque estas penas eran mucho menores a las que podía recibir si se descubría la magnitud del culto que estaba ocultando. A fin de cuentas, mostrar su falso arrepentimiento ante un pueblo que conocía y protegía al culto tanto como él, aseguraba que el dios Sorimana pudiese sobrevivir.

 

Edición

Max Van Hauvart Duart, estudiante FCSYTS-UNMdP

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