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Catarina de Monte Sinay, monja y empresaria | Francisco Colonna | Cap 24 | Historias coloniales
Guion por Francisco Colonna
Hola a todos y todas. Hoy, nuevo capítulo de Historia Coloniales. En esta oportunidad, recorreremos la vida de Sor Catarina de Monte Sinay, monja y empresaria en la Capitanía General de Bahía, colonia de la Corona de Portugal, durante el siglo XVII y XVIII.
La historia de Catarina pone de relieve otro modo de resistencia dentro de la sociedad colonial. Hablamos, en este caso, de la adaptación individual. Las formas de adaptación a la sociedad constituyen una vía de escape y una posibilidad de una vida mejor dentro del orden colonial. Si querés saber más, anda al video de Juan sobre Beatriz de Padilla.
La Capitanía de Bahía de Todos los Santos fue una de las posesiones de la Corona de Portugal en el Brasil, desde el siglo XVI hasta la independencia en 1821, donde se transformó en provincia. Durante el siglo XVII y XVIII, época en la cual vivió Catarina, Bahía constituía un importante eje de comercio intercontinental , que conectaba a América desde Brasil, a Europa con Lisboa y a las islas de Azores, en el continente africano. En dicho circuito circulaban azúcar, palo Brasil y cueros, objetos de lujo y tabaco, y garantizaba así la llegada a América de la principal mano de obra de la colonia portuguesa en América: los esclavos.
Por ser sede de este importante tráfico, la ciudad gozaba de una gran prosperidad, con un puerto muy dinámico y una diversidad de negocios muy grande, que se vió luego incrementada con el descubrimiento de oro para 1690
En 1696, luego de haber sido novicia por el tiempo correspondiente, Catarina Telles Barreta estaba lista para convertirse en Madre Catarina de Monte Sinay, monja del Convento del Destierro. Como era de esperar, Catarina se propuso llevar al pie de la letra la vida de toda religiosa. Adoptando los votos de pobreza, castidad y obediencia, vivió haciendo lo que se esperaba de toda monja: dedicándose a la devoción a Dios a través del rezo y la liturgia y atendiendo a las tareas propias del convento, que iban desde coser y bordar, preparar manjares para las fiestas o incluso administrar una cantidad muy reducida de esclavos domésticos.
Lo interesante del caso de Catarina es que, si bien se dedicó a su vida en el convento, hacia el fin de su vida se vió preocupada por su muerte y, mas específicamente, por el destino de su patrimonio. ¿Qué tipo de patrimonio podía tener una monja, dedicada enteramente a la devoción religiosa y la vida de convento?
Lo cierto es que, mas allá de que era parte de una familia muy bien posicionada de Bahía, Catarina había haber llevado una vida sencilla y austeridad en el convento. Resulta impactante entonces que, al día de su muerte, contaba con 4.400.000 reales como patrimonio personal. Para tener una idea, dicha suma le hubiese permitido obtener, para esa época, la módica suma de nada más y nada menos que 62 esclavos sanos. Recordemos que los esclavos eran una de las mercancías más caras del sistema colonial.
Catarina se había hecho de esta suma extraordinaria de dinero a través de diversos negocios. Por un lado, a partir del otorgamiento de distintos préstamos a diferentes personajes en todo Brasil. Por otro lado, recibía, como parte del patrimonio familiar, gran parte de la renta de 5 edificios residenciales distribuidos por la zona. Pero el negocio mas importante fue el que mantuvo dentro del convento: la elaboración y venta de dulces. En él participaban un gran número de esclavos, participando gran parte de ellos en la huerta del convento donde se hallaba la fábrica: provista de un equipo de cocina, allí se producían las tartas y los caramelos que eran conocidos por toda Bahía y que atraían a distintas personalidades de la ciudad al convento para hacerse de ellos.
Los días finales de Catarina la vieron buscando la manera de poder dejar parte de su patrimonio a sus hermanas (cosa prohibida por la Iglesia, dado que el convento debía ser el heredero inmediato). Durante su vida, y para justificar sus acciones ante Dios, se dedicó a ayudar a su familia en sus problemas económicos, como así también realizó importantes contribuciones al convento: equipamiento, mobiliario, decoraciones; un sinnúmero de aportes que lo transformaron en un templo deslumbrante.
Catarina se iría a la tumba esperando que todas sus contribuciones y buenas acciones hubiesen servido para perdonar ese espíritu empresario suyo, que la llevó a ser poseedora de una gran riqueza personal. Vemos entonces como, la adaptación individual, jugó un rol determinante en la vida de Catarina y en su deseo de obtener la salvación personal y de ayudar a su familia.
Edición
Max Van Hauvart Duart, estudiante FCSYTS-UNMdP
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