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Agustín de Iturbide y la independencia de México | Francisco Colonna | Cap 43 | Historias coloniales
Guion por Francisco Colonna
Hacia 1815, el panorama político de Nueva España parecía avanzar hacia la restauración de la paz general y la resolución de los conflictos políticos que venían aconteciendo desde 1808. La rebelión de Morelos, el Congreso itinerante, la Constitución de Apatzingán, todo había sido contenido y suprimido por las autoridades virreinales. Si bien quedaron unos pocos dirigentes de la insurrección, ya no representaron una amenaza para el régimen, que ahora reorganizaba la hacienda y reimpulsaba el comercio del virreinato. Una relativa estabilidad política reinó en Nueva España por algunos años, aunque no podía decirse lo mismo de la metrópoli.
En la península, se levantó en 1820 una insurrección militar en contra del régimen absolutista, que Fernando VII había restaurado luego de salir de prisión. Apoyado por los grupos liberales, que habían estado relacionados a los sucesos de 1812, la “revolución española” restauró la Constitución de Cádiz y obligó a Fernando VII a jurarla . Se abrió una etapa conocida como el “Trienio liberal”, en donde el rey y los grupos liberales entraron en numerosos conflictos, vinculados al abuso de autoridad de Fernando y al intento de aplicar la Constitución en todo el imperio.
Timothy Anna destaca entonces que la “revolución española” sirvió de catalizador de la búsqueda de independencia, acelerando la concreción de este proceso. ¿Qué relación tuvieron los acontecimientos de la revolución española para este desenlace?
Para este historiador, estos sucesos generaron una gran inestabilidad política en todo el Imperio, que se agregó a una pérdida de prestigio y autoridad de la Corona que se venía acumulando desde 1808: el destronamiento de Carlos IV y el encarcelamiento de Fernando VII, la destitución del virrey Iturrigaray, la invasión napoleónica, el destrato recibido por las Cortes de Cádiz, el duro regreso del absolutismo en manos de Fernando.
En palabras de Timothy Anna: “Más bien fue la inestabilidad política (…) lo que enseñó a los mexicanos que el control imperial español ahora era irrelevante para ellos y sus intereses. Continuaron apoyando la constitución; sin embargo, algunos se pasaron al independentismo sólo porque parecía ser el único medio posible de asegurar los derechos que les concedía la constitución y de protegerse del despotismo virreinal que recortaba gradualmente sus prerrogativas.”
Es en este contexto en el que surge la figura de Agustín de Iturbide, un militar realista que se había destacado en la lucha contra la insurgencia de Hidalgo y de Morelos. Utilizando la influencia de su posición como militar en el campo político, Iturbide logró apoyos de la gran mayoría de los sectores de la clase política: desde las élites regionales del virreinato, representadas por los ayuntamientos y las milicias locales, hasta el último foco de la insurgencia popular, liderada entonces por Vicente Guerrero.
Al llegar a México noticias sobre nuevas medidas que las Cortes habían promulgado, y que afectaban directamente los intereses de los militares, terratenientes y eclesiásticos, Iturbide confeccionó lo que se convertiría en el proyecto político que llevaría a la independencia: el Plan de Iguala, redactado en 1821. A continuación, observaremos en detalle algunos de sus puntos.
“No le anima otro deseo al ejército, que el conservar pura la santa religión que profesamos, y hacer la felicidad general. Oíd, escuchad las bases sólidas en que funda su resolución. 1°: La religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna. 2°: La absoluta independencia de este reino. 3° Gobierno monárquico templado por una Constitución análoga al país.”
Este plan, al garantizar estabilidad política y económica, el mantenimiento de los privilegios de la élite y la implantación de una monarquía constitucional, así como proclamar la independencia y la igualdad, ofreció algo a todos los sectores de la sociedad mexicana: para Timothy Anna, esto fue lo que hizo posible el compromiso político general que llevó a la independencia. Este plan estaría resguardado por el Ejército Trigarante, o de las tres garantías (religión, independencia y unión), el cual estaba conformado por miembros de los antiguos ejércitos tanto realistas como rebeldes.
Numerosas fueron las adhesiones al Plan de Iguala y al liderazgo de Iturbide. Esta situación le permitió, el 27 de septiembre de 1821, entrar en Ciudad de México con su ejército y, al día siguiente, proclamar la independencia de México. Tal fue el consenso político y las adhesiones de los distintos sectores al proyecto de Iturbide, que un gran parte de las tropas realistas se cruzaron de bando y le permitieron completar su objetivo casi sin utilizar la violencia.
El Plan de Iguala le ofrecía el trono del nuevo reino independiente a Fernando VII, aunque se estipulaba que, en caso de que se negara, una Junta de gobierno podría designar al nuevo emperador. Ya habiendo sido proclamada, Fernando VII se negó a reconocer la independencia del reino. Por lo que en 1822, se eligió a Agustín de Iturbide como el primer emperador de México.
La conflictividad política y la pérdida del apoyo que había conseguido para conseguir la independencia significaron que la experiencia del Imperio durara tan sólo nueve meses. Poco tiempo después, Iturbide fue fusilado. En 1824, México se declararía una república Federal, promulgando una nueva constitución, que estuvo basada en la Constitución de Cádiz de 1812, que trabajamos en el capitulo anterior.
Para terminar, resulta importante recuperar la interpretación de Roberto Breña sobre la independencia de Nueva España. Para la historia nacional de México, los “padres de la independencia” son los curas Hidalgo y Morelos, que dirigieron las insurrecciones populares entre 1810 y 1815. Pero Agustín de Iturbide es conocido como el “consumador” de la independencia, debido a que es por su accionar que se llega finalmente a la emancipación.
Estos dos momentos, que para la historia nacional de México forman parte del mismo proceso de independencia, que empezaría en 1810 y terminaría en 1821, para el historiador Roberto Breña son dos procesos distintos. El primero, el de las insurrecciones populares, culmina en fracaso con la muerte de Morelos, en 1815. El segundo, el de Agustín de Iturbide y el Plan de Iguala, que resulta exitoso y proclama la independencia.
Para afirmar esto, se basa en que Iturbide luchó contra Hidalgo y Morelos en el bando realista, así como que los apoyos que tuvo no fueron los mismos que acompañaron a las insurrecciones populares. Por lo tanto, no podrían formar parte del mismo proceso de independencia, sino que en realidad constituyen 2 distintos: uno que fracasó y otro que triunfó.
Edición
Ihan Quiroz, estudiante CNAUI (UNMdP)
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