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La Revolución francesa y los conflictos del hambre | Diana Duart | Cap 45 | Historias coloniales
Guion por Carlos Van Hauvart
Para el autor tanto los campesinos como los artesanos que vivían en las urbes de Francia fueron los principales afectados por las malas cosechas de trigo que sucedieron en Europa entre 1786 a 1789. Francia era un importador de este commodity que son básicamente materias primas o bienes primarios, ya que la producción de trigo en su territorio era escasa, esto evidentemente afecto a su población.
La escasez de trigo, elemento importante en la dieta básica de los sectores urbanos dedicados a la artesanía generó un aumento del precio de este producto. La población prontamente empezó a culpar al Rey y a los grandes importadores sospechados de acaparar en almacenes este producto para obtener beneficios económicos. Sumado a la escasez de trigo y su aumento en el mercado consumidor, se añadió el factor salarios, ya que al no recibir aumentos la población podía comprar menos cantidad de pan.
Los historiadores han prestado mucha atención al aumento de los alimentos en relación a la capacidad de compra que tenía la población. Para las autoridades francesas, el objetivo era muy claro, abastecer de alimentos abundantes y baratos. Pero, la escasez de trigo producto de las cosechas desastrosas impidieron esto.
Las revueltas del hambre, como señala Rude, se hicieron cada vez más intensas. Las muchedumbres atacaban depósitos o aduanas en donde creían que había harina en los días previos al estallido revolucionario del 14 de julio de 1789. Muchas de estas revueltas del hambre no solamente sucedieron en París, sino en Amiens, Burdeos, Caen, Marsella, Nantes o Reims para señalar algunas.
Sin embargo, una vez producida la revolución en 1789, estos problemas no desaparecieron sino que se intensificaron. Las autoridades revolucionarias habían heredado este problema y no sabían cómo resolverlo.
A la devaluación de la moneda de 1792 que volvió a afectar a los salarios se sumaron, nuevamente, las malas cosechas que empujaron el precio del pan y el aumento de la inflación. Las recetas que aplicó el gobierno revolucionario para intentar frenarla son objeto de estudio por parte de los historiadores. 1792 fue el año de una ola de grandes revueltas y muchos las comparan con las de 1789 que anunciaron la revolución francesa.
La principal revuelta comenzó cuando los leñadores, los fabricantes de clavos y los herreros en el valle del Eure marcharon por la región dirigiéndose a las ciudades con mercados importantes. Esta acción se extendió rápidamente, fue una ola de desencanto en contra del gobierno revolucionario que no podía resolver estos problemas.
Los protagonistas transitaron por numerosos pueblos rurales y obtuvieron de las autoridades un precio fijo a la pieza de pan. Nadie los detenía en este recorrido, surgieron nuevas demandas, no solamente pedían precios fijos para la harina o el pan, sino para la leña, el carbón, huevos o manteca.
Cuando no lograban su cometido impusieron por la violencia el control de precios, ingresaban en los graneros para controlar el stock y muchas veces obligaban a los dueños a aumentar del salario de quienes trabajaban en ellos.
La Asamblea Nacional en París recibía informes de los alcaldes de los centros urbanos o de los pueblos rurales, quienes habían sido sus aliados y principales actores en la revolución de 1789 ahora estaban enfrentados. La autoridad de la Asamblea Nacional era cada vez más cuestionada y las Guardias Nacionales evitaban toparse con los rebeldes y muchas veces se unían a ellos. Los alcaldes que decidieron enfrentarlos fueron asesinados.
Hemos llegado al final de este capítulo, en donde observamos los problemas que afrontaron los asalariados urbanos en los momentos previos a la revolución de 1789 producto de la escases y aumento de los alimentos, vimos como estos problemas continuaron después de la revolución de 1789 y no pudieron ser resueltas por las autoridades e la Asamblea Nacional dando comienzo a la rebelión de 1792.
Edición
Ihan Quiroz, estudiante CNAUI (UNMdP)
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