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La sociedad colonial en Centroamérica | Francisco Colonna | Cap 55 | Historias coloniales
Guion Fran Colonna, Diana Duart y Carlos Van Hauvart
En el capítulo anterior abordamos algunas de las cuestiones de manera general. En esta ocasión, tomaremos la obra de Juan Carlos Solórzano Fonseca, particularmente su artículo “Los años finales de la dominación española (1750-1821)” publicado en Historia General de Centroamérica, cuyo editor fue Héctor Pérez Brignolli.
Primeramente veremos la cartografía que el autor presenta: es importante observar qué espacios se relacionarían con el Pacífico y cuales con el Atlántico, con su proximidad a las Antillas.
¿Cómo estaba compuesta la sociedad? La primera afirmación es que a mediados del siglo XVIII hay que observar el aumento de la población de esta región, que se estima en un 50%, vinculado directamente con el aumento de las actividades productivas y comerciales.
El autor divide la población en cuatro grupos. Uno de ellos lo conforman los indígenas, que sobrevivieron a la conquista y fueron ubicados en reducciones o pueblos de indios. Esta población fue denominada como la República de los Indios: desde entonces, su propósito fue servir a la república de los españoles como mano de obra y como fuente de suministro de diversos productos a los españoles.
La mayoría de la población indígena se ubicaba en las regiones de Chiapas, Guatemala y El Salvador. El autor nos da el siguiente dato: el 76% de la población indígena se encontraba en estos tres lugares, y Guatemala concentraba el 50% de la población indígena tributaria. Es importante que no perdamos de vista este dato para entender la composición social de la actual República de Guatemala. Los tributos se convirtieron en una pesada cargada para las comunidades indígenas, que debían pagarla en el servicio de mano de obra y producción de artículos necesarios para los españoles.
El segundo grupo es el denominado “ladino” o mestizo. Durante los siglos XVI y XVII eran una población escasa, observándose un cambio con el transcurso del siglo XVIII. Estos grupos se hicieron numerosos en El Salvador, Costa Rica y Honduras. La población ladina se ubicó en asentamientos rurales dispersos conocidas como “villas ladinas”, ocupando muchas veces tierras sin colonizar o tierras de comunidades indígenas que fueron afectadas por la baja demográfica, generando conflictos con las comunidades indígenas. Si bien su producción era de autoconsumo, muchos se emplearon como jornaleros en haciendas.
El tercer grupo es el de negros y mulatos sometidos a la esclavitud. Si bien fue una población minoritaria, fueron los intermediarios entre blancos e indígenas, pero subordinados a los intereses de los españoles. Los encontramos en actividades rurales y urbanas como domésticas. Muchos de ellos tenían un oficio como albañil, carpintero o costureros en el caso de las mujeres. Después de la independencia fueron manumitidos o en algunos casos compraron su libertad.
El último grupo es de los blancos, entre los que se encontraba la población criolla, nacida en América, y los peninsulares, como catalanes, vascos, o de Galicia e Islas Canarias. Los criollos y los peninsulares se dedicaron al comercio, fueron hacendados terratenientes y también funcionarios reales. Al ser Guatemala la capital de la Capitanía General y asiento de la Real Audiciencia, la población criolla y peninsular se asentó mayoritariamente en las ciudades de Antigua y Nueva Guatemala.
Edición
Maximiliano Van Hauvart, FCSYTS-UNMDP
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