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Beatriz de Padilla, la amante de Nueva España | Juan Oliva Pippia | Cap 23 | Historias coloniales

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Beatriz de Padilla, la amante de Nueva España | Juan Oliva Pippia | Cap 23 | Historias coloniales

Guion por Juan Oliva Pippia

Hola a todos y todas, bienvenidos nuevamente al canal de Aportes de la Historia. Hoy, en Historias Coloniales les presentamos a Beatriz de Padilla, amante y madre, del siglo XVII, en el Virreinato de Nueva España.

Siguiendo al eje que nunca debemos perder de vista, es decir, la lucha por la supervivencia en América Latina, tal como nos lo plantean David Sweet y Gary Nash, dejamos atrás la supervivencia mediante el desafío o la lucha individual y vamos a enfocarnos en la supervivencia mediante la adaptación individual. Si bien a simple vista parecen algo muy parecido, la realidad es que son dos formas muy distintas de resistencia. Quienes elegían la adaptación, en lugar de la lucha, eran personas con mucha fuerza de voluntad, pero que no contaban con los recursos físicos y organizativos necesarios para confrontar con los grandes poderes. La adaptación o el acomodamiento, era entonces, una forma sutil de desafío a la opresión, muy recurrente en la época colonial. El caso que hoy veremos, forma parte de este tipo de supervivencia.

 En el año 1650, en la ciudad de Lagos, del Virreinato de Nueva España, una mulata, de 30 años, llamada Beatriz de Padilla fue acusada ante el Santo Oficio de la Inquisición, de haberle causado terribles y misteriosas cosas a dos de sus amantes. Según los cargos, habría envenenado al primero de ellos, un sacerdote con funciones en el Santo Oficio, y al cabo de unas semanas, habría vuelto loco al alcalde de un pequeño pueblo mediante el uso de la magia.  

Al momento de su arresto y traslado a la Ciudad de México, Beatriz era ama de llaves y amante de don Diego de las Mariñas, el alcalde de Juchipila, de cuya locura era acusada responsable.

Una vez iniciado el juicio, nuestra protagonista, con una gran retórica, informó a los inquisidores que no era mulata sino una morisca de piel clara, hija de un blanco y una mulata. Si bien había nacido como esclava, heredando la situación de su madre, a los pocos años recibieron su libertad por parte del empleador.

Nunca casada, Beatriz fue madre de dos hijas y dos hijos. El mayor, de catorce años, era hijo de Diego Ortiz Saavedra, aquel que supuestamente había sido envenenado. Su siguiente hija, de siete años, era hija de Hernando López de Lara. Y la última niña junto con el último niño, de cinco y cuatro años, eran hijos de Diego de las Mariñas, el supuesto alcalde enloquecido.

A lo largo del proceso, muchas personas declararon en contra de Beatriz. Insistieron en el odio hacia sus amantes, sus técnicas de envenenamiento, sus tendencias hacia la brujería, entre otras cosas.

Sin embargo, Beatriz se defendía, diciendo que las acusaciones provenían de la envidia de las personas, dado que sus amantes habían sido todos hombres importantes que quedaron locamente enamorados de ella. Puede observarse, cómo la opinión pública en la sociedad colonial tuvo dificultades para admitir que una simple morisca, y además ex-esclava, pudiera llegar a disfrutar de sus relaciones con hombres muy importantes por medios tan naturales como la simple seducción. Es así, que encontraron una explicación acorde a sus pensamientos: que Beatriz realizaba ilegales procedimientos mágicos y peligrosos.

No obstante, este parece no ser el único motivo de las acusaciones. La familia de Diego Ortiz Saavedra, el supuesto sacerdote envenenado, no tenía ningún tipo de cariño con Beatriz. Estos envidiosos familiares, habían planeado una conspiración contra ella, en cuanto se dieron cuenta que Diego planeaba dejarle sus propiedades a la morisca y a su hijo.

Por otro lado, Andrés López, el hombre que cubrió el lugar del difunto sacerdote en el Santo Oficio, también tenía rencores con Beatriz. Dado que ella había sido amante de su hermano, y posteriormente amante del prometido que abandonó a su hermana, estamos hablando de Diego de las Mariñas, quien supuestamente “perdió la cabeza”.

Así, Beatriz formó parte de una articulada red de relaciones entre funcionarios civiles, eclesiásticos y sus parientes mujeres, que parece típica de la sociedad colonial, en donde había dejado varios rencores y matrimonios rotos.

A pesar de todo, la inteligente y sincera defensa de Beatriz llevó a que el Tribunal de la Inquisición la absuelva de todos los cargos y la dejen volver a su pueblo sin ni un solo castigo.

Las mujeres de color en Nueva España, ya sean de origen africano o indígena, cumplieron un rol fundamental en el desarrollo histórico de la sociedad mexicana. El impulso que las llevó a unirse a hombres blancos y a dar vida a niños mestizos era la respuesta biológica de un grupo que se encontraba despreciado y oprimido en la sociedad existente.

Conformando una supervivencia adaptativa, a través del mestizaje genético y cultural, estas mismas mujeres pretendían salvaguardar elementos de su propia cultura (un ritmo, un instrumento musical, un ideal estético, un principio culinario). Los rasgos culturales y demográficos del continente americano a finales de la época colonial, son producto de este largo proceso adaptativo que, en gran parte, debemos a mujeres como Beatriz de Padilla.

 

Edición

Max Van Hauvart Duart, estudiante FCSYTS-UNMdP

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