[Certificación del Maestre de Campo Manuel Cabral, sobre la autoridad y nobleza de los Caciques] (1)
El Maestre de Campo Manuel Cabral de Alpoin, vecino de esta ciudad de San Juan de Vera de Las Siete Corrientes, Provincia del Rio de la Plata, Gobierno de Buenos Aires, considerando la obligación que me corre de fiel y leal vasallo del Rey Nuestro Señor Felipe cuarto, que Dios guarde, y como celoso de su real servicio y deseoso que todas estas Provincias del Paraguay y Rio de la Plata se conserven en paz y quietud, temiendo los daños irremediables que amenaza si se pusiesen en ejecución los dictámenes de algunas personas que no tienen experiencia de los indios naturales de ellos, y por la que tengo de ellos y todas estas Provincias, desde el año mil e quinientos noventa y ocho por haber alcanzado y conocido el natural y costumbres de los Indios que llaman Guaraníes que habitan en ellas, con el trato y comunicación que con ellos he tenido continuamente, así en paz como en guerra, administrándoles justicia por muchos años. y haciendo oficio de alcalde ordinario varias veces, y de teniente de diversos Gobernadores, y de justicia mayor de esta ciudad donde dichos indios concurren por ser el paso coman de todas estas Provincias, certifico al Rey Nuestro Señor y al Real Consejo de Indias y al Señor Gobernador Don Pedro Baigorri, Caballero del hábito de Santiago, que actualmente la gobierna, como para la paz común, conservación y quietud de estas dichas provincias, es mui necesario que dichos indios de dicha nación Guaraní sean tratados con toda suavidad y amor, sin darles ocasión de sentimientos y se les guarde a los caciques y indios principales, las preeminencias y honras que desde sus antepasados e infidelidad gozan, porque siendo como son de natural belicoso, altivo, presuntuoso y buenos soldados. y ellos se tienen y estiman por la gente más noble de estas Provincias y desprecian a las demás naciones llamándolas Tapys que es lo mismo que esclavos, a quienes han sujetado con armas y destruido, obligándoles a que les contribuyesen con sus hijas para servirse de ellas, como de esclavas, y esto desde su infidelidad muchos años antes que los españoles poblasen estas Provincias, tratándose estos dichos caciques de esta nación a su modo gentilicio y bárbaro, con grande autoridad, siendo mui respetado y obedecido de sus vasallos, reconociendo cada parcialidad y pueblo a su cacique por su superior y cabeza y Señor, y después de cristianos han conservado esta autoridad con sus vasallos y los respetan como a sus mayores, y son respetados de todos por personas nobles e indios principales y dichos Caciques se hacían respetar de todos, y habiendo llegado a estas Provincias los primeros pobladores, reconociendo la autoridad y nobleza en dichas caciques, no habiendo traído de Europa Mujeres, las admitieron y se casaron con ellas, como es notorio, de donde se originó llamar a los dichos indios a los españoles cherobayá que es lo mismo que cuñados, y como ordinariamente estos caciques con sus vasallos se les encomendaban a los dichos primeros pobladores, vinieron todos las indios a llamar a, su encomenderos no amos sino cuñados y parientas, como bien lo advirtió en las Ordenanzas de estas Provincias el Señor don Francisco de Alfaro y así en todas las encomiendas los primeros que se nombran son los dichos Caciques de tal pueblo con todos sus vasallos, y desde entonces hasta ahora los dichos caciques son estimados y tenidos por nobles y principales no solo de sus vasallos como antes lo eran, sino también de los españoles y de sus encomenderos, y les guardan sus preeminencias sin pretender que les sirvan y tributen como los demás indios plebeyos y vasallos como os notorio, y parque ahora ha venido a mi noticia que algunas personas que no tienen conocimiento de estas cosas quieren intentar que dichos indios caciques sean tenidos y declarados por indios plebeyos y mitayos, igualándolos a sus vasallos y que no haya diferencia entre ellos, sino que todos sean tributarios y sirvan, privándolos de la nobleza que han heredado de sus antepasados y de derecho tan antiguo, y dominio y superioridad que han tenido, poseído y gozado sobre sus vasallos, adquirida desde su infidelidad por sucesión natural de padres a hijos, de lo cual puede resultar daños irremediables si dichos caciques entendiesen esta novedad con que se estorbaría la promulgación del Santa Evangelio entre los indios y Caciques infieles, sabiendo le quieren hacer este agravio y privarlos del oficio y dignidad que tanto estiman, y loa ya cristianos que tiene ya mayor aprecio y estima de sus cacicazgos, y se han visto honrados, así de sus vasallos como de los demás indios y de los mismos españoles y de los Gobernadores y Ministros Reales, será mayor el sentimiento y así movido solamente del selo del servicio de Su Majestad y bien común y conservación de estas Provincias, temerosos de los daños que pueden suceder, me veo obligado a dar cuenta a Su Majestad y Real Consejo, para que ordene lo que fuere de su mayor servicio y lo mismo al dicho Señor Gobernador que tiene la cosa presen-te, para que haga por su parte lo que juzgue más convenir al Real servicio y bien de estas provincias. Así mermo se ha entendido que para ese intento se ha querido dar a entender que esta dicha Nación Guaraní no reconocía caciques en su infidelidad, sino que cada indio vivía por si, como si fueran venados, esparcidos por los montes y campos, sin pueblos, sin casas, sin más abrigo que la sombra de los árboles, y sin cuidar de sementeras, ni de su sustento, más de la caza y frutos silvestres, que hallaren, lo cual es siniestro y ajeno de verdad, porque cada cacique con su parcialidad, vivía en su pueblo formado por mui buenas casas y mui bien cubiertas y grandes, y soy testigo de vista, que entrando en las provincias del Uruguay, cuando el cacique Necú con otros hallados martirizaron a tres religiosos de la Compañía que habían entrado en aquella provincia a predicar la fe de Cristo y fui a castigar este delito, y vi muchos pueblos de indios infieles muy bien hechos y con buenas chacras y casas y sementeras de maíz, frisoles, y muchas raíces de que se sustentan como yuca, camotes y batatas y diversos géneros de papas.
Y habiendo prendido entre malhechores a un cacique y calificado su delito mándelo ahorcar; él nunca se quiso convertir ni hacer cristiano antes del suplicio diciendo que él era cacique principal y señor de vasallos y capitán de aquel pueblo, y que otro capitán como él no le podía quitar la vida, espantándose de que a un cacique se tratase de aquella suerte, de que se sigue si es un bárbaro aun siendo infiel hizo tanta estima de su nobleza, los ya cristianos que tienen más conocimiento de sus cacicazgos, lo harán mayor y se puede temer que privándoles de este oficio se inquiete de manera que no se pueda remediar, y Si para reducirlos a la Fe fue necesario tener gratos a dichos caciques para ganar a sus vasallos y a Su Majestad, así lo encarga para conservar en paz estas Provincias, es necesario tenerlos también gratos porque hoy para cumplir facción que se haya de haceros que hablan a los indios vasallos y les hacen los razonamientos son los dichos caciques, a quien obedecen con grande puntualidad los demás, y cuando acaban su plática les dicen así (como lo oí varias veces) advertí que fulano, nombrando su mismo nombre, os lo manda: y esto basta para hacer todo lo que les mande.
También confirma lo dicho que le sucedió al Gobernador de estas Provincias Hernando Arias de Saavedra, cuando dio principio a la conquista de los Indios del Paraná que viniéndole a ver un cacique llamado Ñamandú, para honrarlo y ganarlo le dio un bastón de Capitán General de todos los demás indios, él le respondió que lo recibía para gratulare, pero no para que por él le estimasen los demás indios, que sin él era obedecido y estimado de todos.
De todo esto se conoce que si corriese esta fama y hablilla de que quieran hacer tributarios y Indios plebeyos a todos los caciques, privándolos de sus cacicazgos, nobleza y dignidad que pueden tener gravísimos daños, como vernos han sucedido en Chile estos días, por menos que esto, y en el Gobierno de Tucumán los años pasados: y si habiendo sido el que primero se inquietó y incitó a los demás, si fuesen todos los caciques de estas Provincias del Paraná y del Uruguay los que se inquieten será el daño irremediable, y a esto se llega el quererlos cargar de mayor tributo y no se les guarde la palabra que se les dio, se puede temer se destruyan todas estas provincias, porque de más de ser indios de su natural belicoso e inclinados a la guerra y por otra parte no muy inclinados al trabajo y es necesario que los religiosos quo con ellos están se hagan Argos, haciendo que todos siembren y cojan a su tiempo sus sementeras, que apenas tiene lo necesario para el año, por causa del mal temple y malos temporales, y sin acudir a tributos padecen estas calamidades que hayan de buscar y trabajar para pagarlos, es forzoso lo extrañen, y es así necesario gran suavidad y tratarlos según su natural y modo de vivir antiguo por no perderlo todo; así lo certifico al Rey Nuestro Señor y a su Real Consejo de Indias y al dicho Señor Gobernador, como leal vasallo de Su Majestad, y deseoso de su real servicio y bien de estas provincias y juro a Dios y esta cruz’ ser todo lo referido verdad, y si fuere necesario lo declarare ante Juez competente, y para que conste di la presente, firmada de mi nombro y sellada con el sello de mis armas, ante testigos, en este pago de Santa Catalina, en tres días del mes de Abril de mil y seiscientos y cincuenta y ocho años, siendo testigos Juan de Alpoin, Manuel Fernández y Alejandro de Aguirre — Manuel Cabral de Alpoin — Testigo Juan de Alpoin — Testigo, Manuel Fernández — Testigo, Alejandro de Aguirre. (2)
(1) Levene, Ricardo (advertencia preliminar) Primer Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, Dirección de impresos oficiales, La Plata, 1952– Apéndice Documental, pp.248:249.
(2) Levene, Ricardo (adevertencia preliminar) Primer congreso…, ob.cit., pp. 255:257.
Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.