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Economía: ¿Flujo externo o mercado interno? | Carlos Van Hauvart | Cap 9 | Historias coloniales
Guión por Prof. Diana Duart y Prof. Carlos Van Hauvart
Durante muchos años los historiadores comprendieron el funcionamiento del continente americano colonial sólo en su relación con las monarquías europeas. La economía, por ejemplo, era vista únicamente en su perspectiva hacia afuera. Es decir, que se estudiaba la transferencia o el flujo de riquezas del continente americano al continente europeo.
Sin embargo, en la década del 70´, las teorías del historiador Carlos Sempat Assadourian renovaron completamente esta interpretación del pasado. Haciendo especial énfasis en las relaciones hacia adentro, determinó la existencia de un espacio económico colonial con un alto nivel de mercado interno.
Si la economía colonial no estuvo guiada exclusivamente por su intercambio con Europa, nos preguntamos: ¿Cómo logró constituirse este gran mercado interno?
El espacio económico andino comprendía un conjunto de regiones que iban desde Ecuador hasta el Río de la Plata, y de la costa del Océano Pacífico a Paraguay. Este vasto espacio territorial funcionaba en torno a un sector dominante o polo de crecimiento. Estamos hablando de las minas de Potosí y Lima, la capital del Virreinato del Perú.
Gracias a las nuevas técnicas de extracción y refinamiento de plata que aparecieron alrededor del año 1570, la explotación minera se disparó a niveles altísimos en la región potosina. La implementación del trabajo forzado indígena o mita por parte de las autoridades coloniales, concentró a los trabajadores en Potosí aumentando notablemente su población.
Con trabajadores hambrientos y una intensa actividad productiva, este sector dominante se transformó en un polo tractor y consumidor de alimentos y bienes de producción. Y con un poderoso efecto de arrastre, y a fin de abastecerse, el eje Lima-Potosí entra una relación mercantil directa, en primer lugar, con sus zonas más próximas. Sin embargo, la creciente demanda de recursos conectará dichas zonas con nuevas regiones aún más alejadas, articulando así al espacio económico andino como una gigantesca red de conexiones.
Así los diversos territorios de este espacio económico fueron especializándose en la producción de determinado s productos para satisfacer las demandas del polo de crecimiento. Esto resulta de vital importancia para entender cómo se conformó ese espacio que hoy llamamos Argentina. Ciudades como Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero o Córdoba, entre otras, organizaron su economía siempre mirando a las minas de Potosí. Entre las ciudades fueron apareciendo postas, estancias y villorrios que permitían abastecer a las caravanas comerciales hacia donde se dirigiesen.
Por otro lado, fue emergiendo una ciudad muy importante que iba a dotar de una mayor dinámica a estos circuitos mercantiles: la ciudad de Buenos Aires. Evadiendo los diversos mecanismos monopólicos impuestos por la Corona española, una gran cantidad de plata potosina escapaba por su puerto. La ruta terrestre y fluvial que conectaba a Potosí con Buenos Aires a través de las diferentes ciudades del territorio e iba a tener mucha más relevancia con el correr del tiempo. Pasó de ser conocida como la ruta Potosí-Buenos Aires.
A través de esta clásica teoría de Carlos Sempat Assadourian puede observarse cómo operaba la economía colonial y la relación entre todas sus partes. Lejos de entender a la misma como una economía hacia afuera, en especial contacto con el continente europeo, tal como lo hacían los historiadores tradicionales. La teoría del espacio económico colonial permitió orienta a las investigaciones y determinar que el número de mercancías americanas en circulación abarcaba casi la totalidad del mercado interno.
Edición
Max Van Hauvart Duart, estudiante FCSYTS-UNMdP
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