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Francisco Baquero, el zapatero de Buenos Aires| Juan Oliva Pippia | Cap 16 | Historias coloniales
Guión por Juan Oliva Pippia
Hola a todos y todas, bienvenidos nuevamente al canal de Aportes de la Historia. Hoy, en Historias Coloniales, les presentamos un nuevo caso de supervivencia mediante la lucha colectiva. Estamos hablando de la historia de Francisco Baquero, un zapatero mestizo que vivió entre finales del S. XVIII y principios del XIX en la ciudad de Buenos Aires. Antes de comenzar, te advertimos que ésta es la segunda parte de “La lucha por la supervivencia”, trabajos recuperados del libro de Sweet y Nash. Si querés saber de qué se trata, te dejamos en la descripción el link a la primer parte.
Pongámonos un poco en contexto. La ciudad de Buenos Aires fue una de las principales beneficiarias de las reformas imperiales españolas, conocidas como Reformas Borbónicas llevadas a cabo en la segunda mitad del S. XVIII. Entre tantas otras cosas, estas reformas dictaron la creación de un nuevo virreinato en la América colonial: el Virreinato del Río de la Plata, compuesto por las actuales Uruguay, Bolivia, Paraguay y Argentina, con capital en la ciudad de Buenos Aires.
Sumado a esto, la ciudad recibió un gran estímulo económico con la apertura de restricciones comerciales, permitiendo que sus comerciantes tengan un acceso más directo a los puertos de España y otras colonias del imperio.
Esta suma de factores, convirtió a Buenos Aires en una fuente de oportunidades. Miles de personas, tanto del interior del territorio como de otras naciones europeas llegaron a la ciudad en busca de una mejor vida. Entre estas oleadas de gente, se destaca la gran cantidad de artesanos, que rápidamente establecieron una competencia con los que ya se encontraban establecidos en la ciudad.
Ante las miserables condiciones en las que vivían y trabajaban los artesanos, la falta de regulación en los precios, el fraude y la injusta competencia, los maestros zapateros de origen europeo se organizaron para crear un gremio propio legalmente reconocido por las autoridades, tal como existía en su continente de partida.
Así, en abril de 1779, setenta y un maestros zapateros, incluidos mestizos, negros y castas, se reunieron y acordaron la creación del gremio. Allí aparece nuestro personaje. Francisco Baquero, un mestizo de 31 años, nacido en la ciudad, había comenzado su recorrido en el oficio desde su niñez como aprendiz. Como era costumbre, abandonó las casa de sus padres y fue a vivir con la familia de su maestro zapatero, compartiendo sus escasos recursos. Tras cuatro años de duro trabajo y castigos corporales, pasó con éxito el examen de oficial. Diez años después, pudo adquirir sus propias herramientas y el dinero suficiente para abrir un pequeño taller. Pese a ser un maestro artesano, se encontraba en una precaria posición económica, aceptando pequeños trabajos de remendón y zapatos baratos. Ante la posibilidad de la creación un gremio que estabilizaría el mercado y garantizaría su bienestar económico, no dudó en participar activamente.
El virrey delegó la petición de los zapateros al cabildo. En el cabildo, que no veían con buenos ojos a los maestros artesanos, se produjo un nuevo proyecto de constitución gremial, en donde los funcionarios del gremio serían únicamente elegidos por los miembros del cabildo, sin consultar a los zapateros. Estos, enfurecidos, abandonaron el proyecto, dejándolo en suspenso durante ocho años.
En abril de 1789, se reanudaron las tensas reuniones por la formación del gremio. Para ese entonces, Francisco Baquero había empezado a salir de su anterior pobreza. Pudo comprar una pequeña casa para su familia, con un modesto taller en la habitación delantera de la misma, en donde trabajaba con su hijo de 12 a 14 horas diarias. Además, mintiendo sobre su posición de mestizo, se unió a una de las unidades de la milicia urbana reservada a los indios, consiguiendo rápidamente el rango de oficial.
Debido su posición de estabilidad como maestro no-blanco y como oficial de la milicia, los demás zapateros de color lo reconocieron como líder o dirigente en contra de la posible discriminación racial en la conformación del nuevo gremio. La estrategia de Francisco Baquero consistió en formar una alianza con el grupo guiado por Juan José Romero. En conjunto, defendían la exclusión de los extranjeros europeos y los españoles recién llegados a la ciudad, de los cargos administrativos del gremio emergente.
Entre diversas asambleas, elecciones frustradas y cruces violentos entre bandos, el largo proceso iniciado 13 años antes, parecía llegar a su fin. Romero fue elegido presidente del gremio y Baquero para uno de los dos cargos reservados a los indígenas. Sin embargo, esta victoria duró muy poco. Los maestros blancos europeos, con apoyo de algunos criollos, y fuertes influencias en la administración pública, lograron formular unas nuevas elecciones y obtener una victoria total en la conformación del gremio con una fuerte discriminación racial. No obstante, unos días después, llegó una orden real proveniente de Madrid, exigiendo la suspensión de la construcción del gremio de maestros zapateros.
Ante la falta de legitimidad del gremio blanco, su constante presión financiera sobre los artesanos negros y mulatos y la negativa por parte de las autoridades locales, el grupo de Francisco decidió apelar al Rey, siendo un recurso al que tenían derecho todos los vasallos españoles. Obteniendo el apoyo financiero de sus aliados, nuestro personaje emprendió un viaje hacia la Corte Real de Madrid para defender los intereses de su grupo. Allí logró su objetivo y consiguió la autorización para la formación de un gremio separado para los mestizos, indios, negros y mulatos.
Unos pocos años después, sin embargo, con la introducción de las nuevas políticas económicas liberales, todos los gremios fueron abolidos. Y de Francisco Baquero, aquel zapatero que supo organizar, defender y luchar colectivamente en un mundo lleno de obstáculos, ni rastros quedaron.
Edición
Max Van Hauvart Duart, estudiante FCSYTS-UNMdP
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