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Derecho de propiedad intelectual de Aportes de la Historia
RL-2024-66246392-APN-DNDA#MJ (SEPTIMA SERIE)
Hoy en Aportes publicamos en la aplicación Genial.ly “Hogares y familias campesinas, antes de la revolución industrial”. Encontrarán el guión base, video correspondiente, además hemos recuperado diversos trabajos que contienen citas de autor y sumamos nuevas. Esperamos que este trabajo sea de utilidad para nuestros colegas y público en general
Tocar imagen para dirigirse a la Aplicación.
citas de autor agregadas
«…A estos diferentes tipos de familia corresponden ciertas reglas para la transmisión hereditaria de los bienes. Las sociedades rurales recurrieron a diversas soluciones que iban desde la primogenitura a la división del patrimonio entre los hijos por partes iguales. En el sur de Francia, en las zonas en donde la colonización romana y la penetración del derecho romano fueron más intensas, el padre de familia gozaba de una gran libertad para hacer testamento en provecho de un solo hijo (en general, el primero en nacer o el mayor de los sobrevivientes). En estas regiones encontramos una fuerte rivalidad y hostilidad entre el heredero privilegiado y los excluidos. .
Completamente distinto era el sistema de división de los bienes por partes iguales entre los herederos, usual en el norte de Francia. Ahí, al cesar, por fallecimiento, la autoridad del jefe de familia, prevalecía entre los herederos un marcado sentido de los derechos individuales, como el que será común encontrar en toda Europa tras la Revolución francesa.
Entre ambos extremos se pueden encontrar situaciones intermedias. Los padres privilegian únicamente a algunos hijos: los que permanecen en la casa para asegurar la gestión de la propiedad y dan así prueba, a su vez, de estar en condiciones de administrar la casa y los bienes. Se deshereda a los descendientes que deciden aban-donar la casa. La conexión entre los sistemas de transmisión hereditaria de los bienes y el desarrollo económico es un tema en controversia. …»
Di Simplicio, O., (1988). Revueltas campesinas en Europa, Editorial Crítica, (p.17).
«…Como ya hemos visto en la primera parte, desde un punto de vista demográfico es oportuno distinguir entre mortalidad ordinaria y mortalidad catastrófica. Vale la pena repetir que tal distinción es arbitraria y artificial, pero tiene la ventaja de facilitar la descripción. Ya definimos la mortalidad ordinaria como la predominante’ en los años normales -es decir, los años sin calamidades como guerras, carestías y epidemias-. En tales años una gran proporción de las muertes estaba representada por las muertes de niños y adolescentes. En términos más técnicos, los principales componentes de la mortalidad ordinaria eran las mortalidades infantil y adolescente.
Blanca de Castilla perdió cuatro hijos antes de que llegaran a la edad de un año, y perdió tres más antes de que llegaran a los trece años. Margarita de Anjou tuvo once hijos, y cinco de ellos murieron antes de llegar a los veinte años. La muerte de niños y adolescentes era un acontecimiento tan común que la gente casi no hacía caso de él. Entre más de mil dictámenes médicos dados por el famoso doctor Ugo Benzí (1376-1439), sólo dos se refieren a niños menores de diez años. Al narrar su propia experiencia, el gran Montaigne escribió: «Perdí dos o tres hijos pequeños, no sin disgusto pero sin gran aflicción». En Florencia, a partir de mediados del siglo XV las muertes de niños y adolescentes no fueron recogidas en los libros oficiales de Defunciones de la ciudad’. …»
Cipolla, C., (1974), Historia económica de la Europa preindustrial, Alianza, (p.164).
«…LA INDUSTRIA MEDIEVAL
Intensidad del trabajo
El problema de la intensidad del trabajo industrial en la Edad Media, además de tener un considerable interés psicológico, es de enorme importancia económica. Los intentos hechos por calcular la productividad física por cabeza, en cualquier industria en particular, han de considerar la longitud de la jornada de trabajo y las clases de interrupciones en la misma que se podían producir, así como el número y duración de las detenciones del trabajo a lo largo del año.
A primera vista, los hábitos de trabajo medievales parecen ser terriblemente penosos. Al igual que la jornada en las granjas, el trabajo en los talleres comenzaba al amanecer; pero, mientras que el trabajo en los campos terminaba forzosamente al ponerse el sol, hay numerosas leyes gremiales que unas veces permiten y otras prohíben el trabajo a la luz de las candelas, y también hay ocasionales querellas acerca de las molestias que causaba al sueño de los vecinos el ruido de las herramientas, todo lo cual demuestra que buen número de artesanos se veían obligados a trabajar hasta altas horas de la noche. Las pruebas proceden de latitudes en las que la luz solar, en verano, tiene una duración de más de diecisiete horas. …»
Cipolla, C., Historia económica de Europa (1). La Edad Media, Ariel, (p.271).
«…Un poco más tarde que Durero, Peeter Brueghel, llamado «el Viejo», también pinta con precisión casas de pueblos flamencos, construcciones de entramado leñoso y adobe (algunas pocas casonas son enteramente de ladrillo con la fachada rematada por hastial en escalera), y grandes techumbres de paja. Pero, afortunadamente, Brueghel nos deja penetrar a veces en ciertas moradas. Conocemos la Visita a la granja por dos copias de los hijos de Peeter Brueghel «el Viejo», una de Brueghel «el Joven», pintura policroma sobre tabla, otra de Brueghel de Velours, con arreglo a un original perdido del padre, seguramente una grisalla. En ambas versiones, muy parecidas, nos encontramos en la amplia sala de una granja. En ella tenemos el inventario descriptivo de un mobiliario campesino de la segunda mitad del siglo XVI, con el gran arquibanco con respaldo y brazos; la silla baja y el silloncito de niño; la cuna, en primer plano, en la que está durmiendo un perrito; la mesa redondeada, cubierta por un mantel blanco (el mantel blanco que encontraremos de nuevo en los interiores campesinos de los hermanos Le Nain), sobre la que hay unas escudillas con sopas de leche (los moradores tienen vacas, pues un hombre y una mujer están haciendo mantequilla en la mantequera). Lo más sorprendente es el fogón central, en el mismo suelo, en el que se calienta un enorme caldero colgado de grandes llares. La madre que da el pecho al niñito se está calentando, con la mano extendida hacia la lumbre, al igual que el segundo de los tres niños. …»
Collomp, A., “Familias, viviendas y cohabitaciones”, en: Aires,P y Duby, G., Historia de la vida privada, Taurus, 1990, (p.104).
Edición: Max Van Hauvart Duart (Nobu Voyage) y Carlos Van Hauvart.
Grafica: Florencia Benítez (Nobu Voyage).