Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Los levantamientos de Hidalgo y Morelos | Francisco Colonna | Cap 41 | Historias coloniales

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Los levantamientos de Hidalgo y Morelos | Francisco Colonna | Cap 41 | Historias coloniales

Guion por Francisco Colonna

El primer levantamiento popular que vamos a trabajar es el impulsado por Miguel Hidalgo y Costilla, cura de la ciudad de Dolores, en Guanajuato. La intendencia de Guanajuato formaba parte de una región más amplia, conocida como El Bajío. Esta era una región de las más desarrolladas y opulentas de todo el virreinato, y donde la segregación y la presión social se sentían con fuerza. El descontento de los indios, mestizos y criollos era muy grande: mientras la región crecía económicamente, principalmente a partir de la minería, estos sectores permanecían marginados y sin posibilidad de ascenso socio-económico.

Las sequías de 1808 y 1809, sumadas a las hambrunas de 1810 y 1811, llevaron al cierre de varias minas, al despido de mineros, y como resultado a un malestar social muy grande. Es a partir de estos acontecimientos que Miguel Hidalgo incitó a los indios y mestizos que se unieran a él y a que se levantan en armas.

La revuelta, iniciada en Guanajuato, se extendió muy rápidamente: indios y mestizos de distintas regiones comenzaron a sumarse al movimiento. Un dato basta para que tomemos dimensión de la magnitud del movimiento: hacia fines de 1810, cuando Hidalgo sitió la Ciudad de México, el movimiento contaba con alrededor de 80.000 personas. Prontamente, la insurrección  se transformó en una lucha encarnizada contra los blancos, sean europeos o criollos, incluyendo la destrucción de ciudades, la ejecución de blancos, la violencia generalizada, fueron algunas de las características del movimiento.

Ahora bien ¿Qué es lo que Hidalgo proponía? Los historiadores reconocen que el programa de Hidalgo fue algo difuso. Hidalgo luchaba en defensa de la religión católica, por el fin del yugo de la dominación española y de los tributos. Pedía por la independencia, la abolición de la esclavitud y la devolución de tierras a comunidades indígenas. La revolución se realizaba en nombre de la Virgen de Guadalupe (símbolo máximo de la religiosidad mexicana) y, en nombre de Fernando VII, el rey preso. Veamos aquí un extracto de un manifiesto suyo, en el que explica los motivos de la insurrección.

“El objeto de nuestros constantes desvelos, es mantener nuestra religión, el rey, la patria, y la pureza de costumbres,” siendo “necesario quitar el mando, y el poder de las manos de los europeos; éste es todo el objeto de nuestra empresa, para la que estamos autorizados por la voz común de la nación”.

De este modo vemos cómo la independencia no era planteada como una revolución, sino como una defensa del reino contra quienes lo entregarían a los franceses, contra la opresión y contra los tributos. El plan de Hidalgo no pudo ser llevado adelante: el cura sufrió una serie de derrotas que llevaron a su captura y posterior ejecución en 1811.

La posta del movimiento insurgente la tomará otro sacerdote, José María Morelos. Para ese momento, la rebelión se había extendido de manera descontrolada y existían focos de insurgencia en numerosas localidades del virreinato. Una de las grandes hazañas de Morelos fue poder disciplinar y organizar a sus seguidores, que junto con su habilidad militar, permitieron que saliera victorioso en muchas batallas.

¿Qué diferencias se planteaban respecto al plan de Hidalgo? A Morelos lo movilizaba un programa político concreto, que incluía la independencia, un sistema de gobierno parlamentario y una serie de reformas sociales (como abolición del tributo, la esclavitud, el sistema de castas, entre otras). A su vez, no luchó en nombre del rey preso en España, aunque sí mantuvo la defensa de la primacía de la Iglesia y la religión como base fundamental.

Morelos, en sus casi 4 años de liderazgo del movimiento, llevará adelante una tarea que ningún otro se había propuesto: dotar al movimiento revolucionario de un sustento jurídico, que al mismo tiempo le otorgaba un objetivo y una razón de ser. Para ello se estableció un Suprema Junta en la ciudad de Zitácuaro en 1811, y luego un Congreso Nacional en Chilpancingo en 1813, que proclamó la independencia de Nueva España. El Acta de Independencia de Chilpancingo declara:

“El Congreso de Anahuac, legítimamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la América Septentrional por las provincias de ella, declara solemnemente a presencia del Señor Dios, […] que por las presentes circunstancias de la Europa, ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpado; que en tal concepto, queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español.”

Finalmente, se redactó la Constitución de Apatzingán, en 1814. Esta constitución, aunque no fue aplicada, fue el único documento constitucional que se produjo durante todo el período insurgente. Veamos entonces algunos de sus apartados:

“Art.1 La religión católica apostólica romana es la única que se debe profesar en el Estado. Art.5 La soberanía reside originariamente en el pueblo, y su ejercicio en la representación nacional compuesta por diputados elegidos por los ciudadanos. Art. 12. Estos tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, no deben ejercerse ni por una sola persona, ni por una sola corporación.”

La constitución tiene un marcado carácter liberal, tema que abordaremos en profundidad el siguiente episodio. Lo importante a destacar es que, más allá de los congresos y la constitución, todo se vino abajo a partir de la captura y ejecución de Morelos en 1815: la independencia no se completó y la constitución fue olvidada.

De esta manera, concluye la etapa inicial de la independencia mexicana. Para terminar, veamos las características que Roberto Breña destaca de esta etapa. En primer lugar, que el proceso se inició en una provincia del virreinato (en Guanajuato, región de El Bajío), y no en la capital, la Ciudad México. En segundo lugar, el carácter profundamente religioso de los movimientos: tanto Hidalgo como Morelos, los dos líderes más importantes, fueron sacerdotes, y remarcaron la importancia de la religión y de la tradición.

En tercer lugar, el carácter popular de la insurrección, con un muy fuerte componente indígena y rural, situación que no había ocurrido en el resto de América. Y por último, después de 5 años de guerra, la insurgencia fue derrotada casi completamente. Tanto la etapa de Hidalgo, entre 1810 y 1811, como la de Morelos, entre 1811 y 1815, terminaron en derrota y en el fusilamiento de sus líderes.

 

Edición

Ihan Quiroz, estudiante CNAUI (UNMdP)

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