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Fuentes para el estudio de la colonización de Francia en Canadá
Que los hurones reconozcan alguna divinidad; De sus supersticiones y de su fe en los sueños (1636) por Jean de Brebeuf
introducción y traducción por Diana A. Duart (CEHis-FH-UNMdP) y Carlos Van Hauvart (Colegio Nacional A.U.Illia, Depto. Ciencias Sociales, UNMdP)
Hace, exactamente, treinta años Carlos Mayo nos explicaba el proceso de expansión colonial de Francia, al cual él lo denominaba como precario. La tensión entre el proceso factorial ligado al comercio de pieles o peletero y la intención de colonización, planteado por el estado francés, era el primer punto de análisis.
El comercio de pieles nace junto con el interés en los bancos de pesca que había en la región de Terranova. Él nos señalaba que los intereses pesqueros generaron el primer asentamiento al que se sumó el comercio peletero.
La ocupación de Francia se concretó con el fuerte peletero, factorías en las cuales se compraban las pieles a los habitantes originarios. Otros realizaban la caza de animales y esto fue modificando la frontera, a medida que se incrementaba la demanda de pieles, los franceses avanzaban hacia el interior. El otro tipo de ocupación fue realizado por las Misiones tanto de los Jesuitas como de Recoletos en su labor de evangelizar, el peso de la tarea realizada por estas órdenes religiosas es innegable en el proceso de ocupación del territorio de Nueva Francia en el siglo XVII.
En 1663 Colbert y Luis XIV comienzan un cambio radical en el proceso de colonización. El estado se hace presente con una administración centralista, fuertemente burocrática, con gobernador, intendentes, obispados y un sistema de administración de justicia.
Hoy en Aportes ponemos a disposición de nuestros lectores la traducción de un fragmento del Diario del Jesuita Jean de Brebeuf publicado en ingles por Allan Greer en su libro “The Jesuit Relations: Natives and Missionaries in Seventeenth-Century North America”.
Jean de Brebeuf, fue un sacerdote jesuita que nació en Francia en 1593 y se unió a la Compañía de Jesús en 1617, En 1635 llegó a Quebec en Nueva Francia donde fue enviado a una Misión en territorio Algonquino para luego ser trasladado al territorio de los hurones para aprender el idioma iroqués que hablaban muchas tribus huronas, en 1630 volvió a Francia en donde se ordeno como Jesuita, retorno definitivamente a Nueva Francia en 1633, fue un observador directo de las epidemias que afectaron al territorio Huron en 1635 y 1640. Murió asesinado en Nueva Francia por los iroqueses en 1649 durante uno de los tantos conflictos entre Hurones e Iroqueses, se ha documentado el final de Jean de Brebeuf y su compañero Lalement, tanto las torturas a las que fueron sometidos como el final.
En esta traducción se puede observar el esfuerzo de Jean de Brebeuf de comprender las creencias religiosas de las primeras naciones y tratar de encontrar los vasos comunicantes que harían de transición hacia la conversión de los Hurones al catolicismo. Sin condenar las creencias de los Hurones también remarca las dificultades que deberían afrontar los Misioneros Jesuitas en dicha conversión, tal cual lo manifiesta la fuente que ponemos a disposición de nuestros colegas, alumnos y por supuesto público en general. Los Jesuitas también observaron la sexualidad practicada por los Hurones y entendieron que les practicas que proponía la iglesia era el principal obstáculo para su conversión al cristianismo. El peso de los sueños al cual los hurones consideran en principio como la verdadera realidad de su existencia es también determinante, ya que solo puede ser interpretado por los “brujos” que ven a los Mantos Negros (Jesuitas) como enemigos y competidores, poniendo muchas veces hasta la vida misma de los jesuitas en peligro al ser acusados por estos de demonios.
Que los hurones reconozcan alguna divinidad; De sus supersticiones y de su fe en los sueños 1636
Como estos pobres indios son hombres, no han podido negar por completo la existencia de Dios. Sin embargo, debido a que están entregados al vicio, solo pueden formarse concepciones de él que son indignas de su grandeza. No lo han buscado ni reconocido excepto en la superficie de las cosas creadas, en las que han esperan encontrar fortuna o temen por la desgracia. Se dirigen a la tierra, a los ríos, a los lagos, a las rocas peligrosas y sobre todo al cielo, creyendo que estas cosas son animadas y que allí reside algún espíritu o demonio poderoso.
No se contentan simplemente con pedir deseos,más bien, a menudo los acompañan con una especie de sacrificio. He notado dos tipos de estos. Uno es hacerlos [los espíritus] propicios y favorables, y el otro es apaciguarlos cuando han recibido lo que imaginan que es una deshonra de ellos o creen que han incurrido en su ira o indignación.
Aquí están las ceremonias que emplean en estos sacrificios. Arrojan tabaco al fuego, y si es, por ejemplo, al cielo al que se dirigen, dicen: Aronhiate onne aonstaniwas taitenr, «Oh cielo, esto es lo que te ofrezco en sacrificio. Ten piedad de mí, ayúdame.» Si es para implorar salud, Taenguiaens, «Sáname».
Recurren al cielo para casi todas sus necesidades, y respetan los grandes cuerpos que hay en él por encima de todas las criaturas, y observan en él (cielo) en particular algo divino. De hecho, es, después del hombre, la imagen más vívida que tenemos de la divinidad. No hay nada que represente la divinidad para nosotros con tanta claridad.Percibimos su omnipotencia en todos los efectos prodigiosos que los cielos causan aquí en la tierra, su inmensidad en la vasta extensión del cielo, su sabiduría en el movimiento ordenado de los cuerpos celestes, su bondad en las influencias benignas que derrama continuamente sobre todas las criaturas,y su belleza al sol y en el aspecto de las estrellas.
Digo esto para mostrar lo fácil que será, con tiempo y ayuda divina, llevar a estos pueblos al conocimiento de su Creador, puesto que ya dan especial honor a una parte de Su creación que es una imagen tan perfecta de Él. Y, además, puedo decir que es realmente a Dios a quien honran, aunque ciegamente, porque imaginan en los cielos un viejo, es decir, un demonio o poder que gobierna las estaciones del año, que controla los vientos. y las olas del mar, que pueden hacer más favorable la vaca de sus viajes y ayudarlos en todo momento de necesidad. Incluso temen su ira y lo invocan como testigo para hacer inviolable su fe cuando hacen alguna promesa importante, o acuerdan algún pacto o tratado de paz con un enemigo. Estos son los términos que usan: Hakrihote ekaronhiate tout Icwakkier ekentate, «El cielo sabe lo que estamos haciendo hoy» Y piensan que si, después de esto, violan su palabra o rompen su alianza, el cielo ciertamente los castigaría.
Los hurones sostienen que los peces tienen razón, al igual que los ciervos y los alces, y por eso no arrojan a los perros ni los huesos de estos últimos cuando están cazando ni los desperdicios de los primeros cuando están pescando; de lo contrario, los demás serían advertidos y se esconderían y no se dejarían atrapar. Cada año ellos enlazan con sus redes, o jábegas, con dos niñas, que deben tener solo seis o siete años, para asegurarse de que aún conservan su virginidad, una cualidad muy rara entre ellas. La celebración de estas nupcias tiene lugar en una hermosa fiesta, donde se coloca una red entre las dos vírgenes. Esto es para que esté feliz de pescar. Aún así, me alegra mucho que la virginidad reciba entre ellos este tipo de honor, ya que nos ayudará algún día a hacerles comprender su valor. A los peces, dicen, no les gustan los muertos, y por eso se abstienen de ir a pescar cuando alguien relacionado con ellos muere…
El sueño es el oráculo que todos estos pobres pueblos consultan y escuchan, el profeta que predice los acontecimientos futuros, la Casandra que advierte de las desgracias que los amenazan, el médico que los trata en sus enfermedades, el Escolapio y Galeno de todo el país: es su amo más absoluto. (1)
Cita:1.- Alan Greer (ed. e intro.), The Jesuit Relations: Natives and Missionaries in Seventeenth-Century North America, University of Pittsburg, Bedford ST. Nueva York, 2000, pp.99:101.
La siguiente traducción del texto en ingles está realizada en torno al uso de la Historia escolar básica.
Traducción
Diana Duart y Carlos Van Hauvart
Edición
Ihan Quiroz, estudiante CNAUI (UNMdP)
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