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Derecho de propiedad intelectual de Aportes de la Historia RL-2017-11728123-APN-DNDA·MJ
Introducción:
En el segundo cuatrimestre del año 2017 los integrantes de las Cátedras de Historia General de América Preindependiente e Historia General de América Contemporánea de la UNMdP, Facultad de Humanidades del Departamento de Historia participaron del dictado de un curso en la ciudad de Necochea cuyo objetivo era que los participantes, graduados de Institutos de Formación Docente pudieran acreditar el grado de Licenciados en Historia por nuestra Universidad. El objetivo final para su aprobación era la elección de un tema y abordarlo como un texto escolar en donde se enmarcarán cuestiones académicas tratadas en Instituciones Universitarias o de Formación Docente, en donde se remarcaran líneas argumentales de un autor y su obra o de varios confrontando sus hipótesis y marcos de análisis.
Para Aportes de la Historia es un enorme placer poner a disposición de nuestros colegas, alumnos y el público en general, los resultados de los Colegas que gentilmente han cedido su obra para su circulación. Obra que próximamente será edita como libro electrónico, por el Grupo de Estudios Latinoamericanos dependiente del Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades de nuestra casa de estudios.
Agradecer además a todo el personal auxiliar que en la ciudad de Necochea nos ayudó y acompaño, al Centro Cultural de la ciudad, hermoso lugar en el cual nos hemos sentido como nuestra casa y por último a los colegas que nos acompañaron en el curso que con su respeto, bonhomía y afecto hizo tan grata nuestra tarea y nunca nos cansaremos de agradecer y recordar.
El presente texto ha sido elaborado como material de lectura para alumnos de 3° y 4° Año del Nivel Secundario, en el espacio curricular Historia Argentina en el contexto mundial y latinoamericano, siglos XIX y XX. Pretende aportar una mirada general sobre la inserción económica de América Latina en la economía mundial capitalista a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
América Latina “modernización” y entrada en el mundo capitalista (1870- 1930)
Al entrar América Latina en el último tercio del siglo XIX, el clima económico, que desde la independencia se había visto trastornado en su mayor parte por la inestabilidad política, empezó a adquirir un carácter más sosegado definiéndose un nuevo orden latinoamericano. Las nuevas características de la economía capitalista (incremento de las operaciones comerciales, renovación del transporte -Trenes, barcos a vapor- que permitió incorporar nuevos espacios económicos, consolidación del capitalismo a escala mundial y su consecuente División Internacional del Trabajo) impactaron en los países latinoamericanos definiendo un cambio en la relación con las economías metropolitanas (los centros industriales europeos y Estados Unidos). Este cambio puede ser interpretado como “modernización” en el sentido de moderno como adaptación a las nuevas necesidades del mercado internacional y la entrada en el mundo capitalista (modernización en infraestructura, construcción de puertos, ferrocarriles, reformas liberales, etc.). Y cómo el historiador Halperin Donghi ha llamado el nuevo pacto colonial u “orden Neocolonial”.
El marco ideológico de este sistema neocolonial fueron las políticas librecambistas (liberalismo económico) que insertaron a América Latina en la economía mundial bajo un capitalismo dependiente.
La transición hacia la modernidad de América Latina fue visible en las diversas áreas: economía, política, sociedad y cultura. Observemos algunas de las principales características en el área económica.
Las nuevas funciones de América Latina en la economía mundial
El nuevo pacto -neocolonial- transforma a América Latina en productora de materias primas para los centros industriales también productora de alimentos para las áreas metropolitanas y la hace consumidora de producción industrial (principalmente de Gran Bretaña, EE.UU, Francia y Alemania), bienes de capital, combustibles, repuestos y otros productos complementarios.
Las nuevas funciones de América Latina en la economía mundial son facilitadas por la adopción de políticas librecambistas. El librecambio es concebido por los dirigentes políticos y sectores altos locales, como motor para acelerar la modernización y satisfacer los nuevos hábitos de consumo de sectores urbanos en expansión, que dependen cada vez más de las importaciones.
La expansión latinoamericana, se acompaña de una ampliación del comercio hacia nuevas regiones donde se concentran ahora las exportaciones primarias (zonas marginales durante la etapa colonial). Las principales economías exportadoras: cultivos tropicales en Brasil, Cuba, Centroamérica, Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá (azúcar, café, banana, caucho silvestre, algodón, henequén y cacao), agricultura y ganadería templada Argentina, Uruguay, (lana, trigo, carne vacuna, cueros) y la minería en Chile, Bolivia, Perú, México y Venezuela (cobre, estaño, salitre, petróleo).
El desarrollo y funcionamiento de estas economías modernas de exportación en América Latina exigió una transformación de las economías tradicionales que posible debido a los cambios que se produjeron principalmente en tres factores: tierra, mano de obra y capital.
La tierra: Hacia 1870 los ambientes rurales en las zonas de asentamiento más antiguo, ocupados en producir alimentos para los mercados locales eran tres: Las grandes fincas privadas– haciendas-, desde México hasta el centro de Chile (producían también para el mercado externo). Comunidades, poblados campesinos y granjas familiares independientes principalmente en las tierras altas andinas y centroamericanas; organizadas generalmente de forma comunal en el uso de los recursos. Pequeños y medianos agricultores independientes, reducidos en número pero económicamente importantes.
Ante la necesidad de incorporar tierras productivas a las economías de exportación, algunos Estados recurrieron a la expropiación de tierras a comunidades nativas y a grandes posesiones bajo el dominio de la Iglesia Católica (especialmente en México), también llevaron adelante incursiones militares sobre regiones que constituían las periferias de los centros principales y los pueblos que habitaban esas tierras fueron exterminados o incorporados como mano de obra servil entre las familias de clase alta, la irrupción del capitalismo liberal en estas zonas fue el principio del fin para muchos pueblos nativos desde los yaquis y apaches en el norte de México, los mayas hasta los araucanos en el sur de Chile y los mapuches en la Patagonia Argentina. Las nuevas tierras incorporadas a la producción capitalista, pronto generaron un gran mercado inmobiliario y se incorporaron al patrimonio privado de los grandes terratenientes nacionales y extranjeros asociados al poder político.
Se configuró así una concentración de las tierras productivas, conformando grandes propiedades -latifundios- como característica sobresaliente, que acentuó el poder económico y político de la clase terrateniente.
La mano de obra: En general el lamento de los terratenientes era la escasez de brazos. Los terratenientes empezaron a incrementar la obligación laboral sobre los colonos – trabajadores residentes permanentes– cuya tenencia de la tierra era precaria, procuraron expulsarlos tanto como pudieron y restringir en una zona fija a los que quedaban, bajo el sistema de aparecerías y arrendamientos, el tipo de relación no era estrictamente contractual sino más bien de tipo personal “paternalista” ;en las temporadas de mayor necesidad de mano de obra( recolección, cosecha, faenas) también se contrataban trabajadores estacionales por, días, semanas -provenían de los poblados vecinos, agricultores independientes que buscaban completar sus ingresos- se les pagaba con dinero ( en algunas propiedades circulaban vales para intercambiar en los almacenes de la misma firma, y prácticamente no tenían contacto con el dinero de curso legal). Existieron también sistemas de “enganche o peonaje” (a través de leyes contra la vagancia y trabajo obligatorio por deudas) para formar una fuerza de trabajo disciplinada. La transición hacia la mano de obra asalariada, no fue lineal, sino más bien un proceso pragmático, discontinuo, (de compulsión y resistencia) dependía del poder político de los terratenientes y de la resistencia campesina.
La enorme demanda de alimentos y fibras tropicales hicieron aparecer empresas agrícolas muy diferentes a los sistemas de las haciendas tradicionales. Las nuevas industrias agrarias- como los enclaves económicos- se movían a un ritmo diferente, dictado por el mercado mundial; querían mano de obra cuando la necesitaban y no seguían la conveniencia de los trabajadores. La población rural aunque numerosa y acostumbrada al trabajo arduo, no estaba preparada para la disciplina que ahora se esperaba de ella, se instalaron relojes, cronómetros y campanillas para indicar los tiempos y ritmos de trabajo. La abolición de la esclavitud en la segunda mitad del siglo XIX y la baja tasa de natalidad de la población esclava hizo necesario disponer de mano de obra en parte movilizando entre provincias la población (migración interna) en el caso de Brasil se movilizó población de los estados del norte hacia el sur. Pero también se recurrió a la inmigración europea principalmente en los litorales atlánticos y a peones chinos, polinesios y hawaianos sobre las costas del Pacífico.
A partir de 1870, empezó la emigración masiva de europeos a América Latina. Al viejo mundo llegaron noticias de los primeros colonos, que atrajeron más personas- familiares y amigos-. No se conoce el número exacto de personas que emigraron a América Latina entre 1870 – 1930; las estadísticas son incompletas y en algunos casos no hay registros. Solo unos cuántos países latinoamericanos se beneficiaron de la inmigración masiva de europeos por orden de importancia: Argentina, Brasil, Cuba, Uruguay y Chile. En América Central y los países andinos no se dio una afluencia masiva de europeos. La inmigración tuvo un efecto demográfico y cultural muy importante este último no siempre el que se buscaba. Los gobiernos aspiraban a poblar sus países con europeos del norte, anglosajones o alemanes admirados por su laboriosidad y su sentido de la responsabilidad cívica. Más que como fuente necesaria de mano de obra, y como un medio de acelerar el crecimiento económico, se les veía cómo instrumentos del cambio social y la modernización.
El capital: La presencia de capitales extranjeros en las economías latinoamericanas a partir de mediados del siglo XIX, aceleraron y profundizaron la relación de dependencia económica de latinoamérica con los grandes centros industriales y financieros. El capital extranjero principalmente se vuelca en préstamos a los gobiernos latinoamericanos, e inversiones.
Los préstamos a Gobiernos adoptan cada vez más frecuentemente amortizaciones a largo plazo (deudas externas), apoyando la visión optimista de una expansión constante de la economía latinoamericana, que resolverá el problema del endeudamiento y como incentivo para tomar nuevos préstamos. La mayor parte de los Gobiernos latinoamericanos (oligarquías terratenientes, liberales, conservadores o dictaduras) usan a bancos de Londres como sus principales agentes financieros. Gracias a todo ello, la influencia británica se mantiene dominante, pese al avance de otros países como Francia, y más tardíamente Estados Unidos (ejerciendo un predominio sobre América Central y el Caribe).
La inversiones extranjeras controlaban la comercialización y el transporte interoceánico dejando las actividades primarias al sector dominante local, este esquema va a ser superado cuando inversores extranjeros se sumen a las actividades mineras(es el caso del guano) o controlen las principales redes ferroviarias (caso Argentina) y en menor presencia intervengan en las actividades agrícolas y ganaderas.
Los historiadores latinoamericanos suelen criticar esta generosidad de los gobiernos locales hacia los capitales extranjeros, denunciando en algunos casos corrupción política, muy a menudo real. Por otra parte esta distribución de tareas en el esquema beneficiaba a las clases propietarias altas locales que aumentaban sus rentas por la expansión productiva y la valorización de las tierras sin necesitar ninguna inversión sustancial.
El crecimiento de Latinoamérica implicó una redistribución del poder entre los sectores dominantes locales y extranjeros, estos últimos los más beneficiados. Pero esta redistribución es solo un aspecto de una transformación más amplia, en la que América Latina era la más vulnerable dependiente sujeta a las fluctuaciones del sistema económico mundial tanto en sus momentos expansivos, como en los de crisis. El crecimiento no fue parejo en todas las regiones, y en cada una de ellas existieron diferencias significativas en la distribución y alcance de los beneficios de ese crecimiento. La transición desde la sociedad rural tradicional a la sociedad moderna, tuvo ciertas características fundamentales hubo un marcado contraste entre los centros productores y una periferia cada vez más pauperizada, los terratenientes vivían en las ciudades formando parte de la elite urbana, ejerciendo una influencia dominante en la política, estableciendo alianzas con el proletariado y las clases medias urbanas, para garantizar el orden y progreso baluartes de su pensamiento positivista. En este período se forjan los movimientos ideológicos de protesta social, y la clase dominante por su parte recurrió a los instrumentos de control político (leyes represivas, voto restringido, fraude electoral) y militar (represión ante las manifestaciones, y gobiernos dictatoriales).
Como sostuvo el historiador argentino Tulio Halperin Donghi: ”… La crisis económica que comenzó en 1929 fue la más devastadora para América Latina y el Pacto Neocolonial, no pudo recuperarse se agotaron sus posibilidades, pero este pacto no fue reemplazado por otro modo de inserción de Latinoamérica en la economía mundial…”.
Bibliografía:
Tulio Halperin Donghi:” “Historia contemporánea de América Latina”. Alianza Editorial. Buenos Aires. 2011. Séptima edición.
Leslie Bethell: “Historia de América Latina”. Editorial Crítica. Barcelona. 1991.
Edicion: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.
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