Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Declaración del cautivo José Ignacio Ricaldes, agosto de 1783.

 Dos palabras acerca de la fuente que integran esta edición. Se trata de las declaraciones de cautivos existentes en la sección Comandancia de Fronteras de la Sala Novena del Archivo General de la Nación y otros legajos del mismo fondo documental. Su texto ha sido modernizado para facilitar la lectura de un público amplio y no solo académico.

Declaración del cautivo José Ignacio Ricaldes, agosto de 1783

…defecto de tomarle su declaración compareció ante mí y testigos, José Ignacio Ricaldes, cautivo de los indios infieles la noche del veinte del presente y habiéndole recibido juramento que hizo por Dios Nuestro Señor, y una señal de cruz, bajo del cual prometió decir verdad de lo que supiere y fuese preguntado, y siéndolo como se llama, de dónde es natural, cómo le cautivaron los indios, qué número de ellos serían, de qué naciones, qué caciques venían, qué preguntas le hicieron. Diga una relación circunstanciada de todo.

Responde: Se llama José Ignacio Ricaldes, natural del Paraguay, que fue cautivo la noche del veinte del presente en la chacra de Matías Santana donde estaba conchabado; y que habiendo visto el que declara a puestas del sol que venían una porción grande de indios avisó a sus compañeros y que entonces dijo el amo que indios han de ser, que de este tiempo salió otro de los compañeros y dijo sí son indios a las armas y que dicho día se halló la chacra cercada que dentro de poco se formaron y empezaron a tirar piedras con las hondas y bolas perdidas pero aunque los que se hallaban adentro tenían armas de fuego no les sirvieron porque saltaron los indios de tropel y se metieron dentro del rancho matando a los compañeros pero que al que declara lo agarró por el poncho el lenguaraz de los indios y le dijo que se dejara de pelear que no era gente para resistir a tanta indiada, que cuando había venido de la chacra a lo que respondió el declarante que él acababa de venir a comprar tabaco que era forastero, y que a esto le dijo dicho lenguaraz que mentía que para qué decía que había venido por tabaco si la noche anterior vino con otro huinca todo mojado: y que habiéndole cogido en esta falsedad procuró el que declara decir siempre la verdad en cuanto le preguntaron porque no le mataran: que el referido lenguaraz le dijo que no le diera cuidado que dijera la verdad de cuanto le preguntara el Capitán pero que si no lo hacía sí lo notarían los indios, que habiendo pasado esto le dijo el Capitán Chauri que si se animaba a ponerlos en la Villa de Luján antes que cantaran los gallos, y que cuántas leguas había a lo que respondió que no podía por ser ya muy tarde, y estar muy lejos, que había ocho leguas mortales, y le preguntaron cuánto había hasta la villa a lo que respondió que había nueve o diez leguas, pero siempre le volvieron a porfiar al declarante que si mandando caballos buenos, y dejando toda su caballada no podrían a todo galope ponerse en dicha villa antes de cantar los gallos, Que aunque no fuera en la plaza los pusiera en las inmediaciones a lo que dejó dicho el que declara que era muy tarde, y no se atrevía. Por lo que desistieron de su intento de ir a la villa, y que entonces le mandaron los guiara a la guardia a lo que respondió que no era baqueano, y que inmediatamente le mandaron a una chacra que estaba allí mismo, y le dijera al amo de ella que se entregara, que no le haría daño. Fue el que declara, y habiendo dado el recado respondió el dueño que no quería, que tenía bastante pólvora, y balas, cuyo aviso dio a los indios los que no quisieron llegarse a ella; que entonces se formó la indiada que eran quinientos indios todos con chuzas y le dijo que los demás los tenía allá adentro; Que el capitán le mandó fuera, y montara en su caballo, y se fuera al fortín de Navarro, y le dijera al comandante que mandara chasqui a Buenos Aires, y a la villa, para que salieran bastantes pagados, y Blandengues que se divertían un rato que al día siguiente volverían por allí con bastante hacienda que ellos no iban al fortín de Navarro por que sabían que los que estaban con él eran milicianos flacos. Que le preguntaron que si habían echado el bando para las Salinas a lo que respondió que si y que entonces le encargó mucho el Capitán que dijera que le mandaran a su hermano porque de lo contrario cuando vayan a Salinas yo les daré sal, que fuera de mil indios que traigo aquí tengo convidados otros tantos para cuando vayan a Salinas, y allá nos veremos. Y si me mandan a mi hermano tendré paz con los cristianos, y que esto se lo encargó al dicho Capitán bastantes ocasiones.

Habiéndole leído esta su declaración dijo ser la misma que ha dado que se afirma y ratifica en todo su contenido bajo el juramento que tiene dado, que es de edad de veinticinco años poco más o menos, y por no saber firmar hizo la señal de la Cruz y lo firmé con testigos.

Nicolás de la Quintana.

Testigo: Juan Berreda.

Testigo: Miguel Tejedor.

Mayo, Carlos (Ed.), Fuentes para el estudio de la frontera, voces y testimonios de cautivos, fugitivos y renegados. (1752-1790), Grupo Sociedad y Estado “Ángela Fernández”, F.H., Depto. De Historia, UNMdP, 2002, pp.(52:54).

Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP.

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