Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Peticionar, derrotero de un derecho revolucionario.

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Peticionar, derrotero de un derecho revolucionario.

por Diana A. Duart CEHis-FH-UNMdP y Carlos A. Van Hauvart CEHis-FH- CNAUI-UNMdP.

La Revolución Inglesa tiene un lugar en la historia escolar, los viejos manuales la trataban extensamente como acontecimiento político que debía ser descripto abundando en los “hechos” según la mecánica positivista.
Los nuevos textos escolares, respetando la curricula, le dedican un tratamiento menos extenso en donde se ha abandonado la explicación fundada en «lo político», eligiendo sumar aspectos propios de la historia económica, social y de las ideas.
Sin embargo se sigue el viejo precepto que este acontecimiento inicia el Ciclo de Revoluciones Burguesas. Sabemos que junto a las revoluciones nos encontramos con las innumerables rebeliones contra el absolutismo que se desarrollaron en toda Europa.
Entonces Revolución y Rebeliones tiñeron todo el siglo XVIII europeo y ambas son importantes como objeto de estudio. Efectivamente, debemos explicarles a nuestros alumnos qué se entiende por Revolución y que por Rebelión, abandonando la pretensión que una revolución es exitosa porque ha cambiado el Orden y una rebelión no lo es porque no ha alterado nada, solo lo ha intentado.
Enfocar las revoluciones junto a las rebeliones nos permite además percibir el malestar que hay con las noblezas absolutistas en toda Europa.
Está claro cuáles son los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa, son hijos de la Ilustración, pero que pasa con las ideas que provocan la Revolución Inglesa, cuáles son?, Cristopher Hill afirmaba:

“Sin embargo, casi por definición, una gran revolución no puede surgir sin ideas. Para estar dispuestos a matar o dejarse matar, los hombres necesitan creer intensamente en algún ideal. Quizá no hubo ningún Rosseau, pero ¿no tendrá la Revolución inglesa sus Montesquieu, sus Voltaire y sus Diderot?. (1)

Para este autor, sí hubo un corpus de ideas altamente políticas que provenían de la Biblia, especialmente la biblia ginebrina que allanó el camino para la gestación del proceso revolucionario, junto a la alta alfabetización de la sociedad inglesa -producto de la lectura de las sagradas escrituras. Un siglo y medio después, cuando las Trece Colonias se independizan de Gran Bretaña, vemos como las ideas de la Ilustración y del proyecto político puritano centradas en las ideas de la biblia ginebrina, están presentes no como opuestos, sino amalgamadas.
Además Hill se proponía buscar los elementos en común entre ambas revoluciones, compararlas es un ejercicio impostergable para los historiadores profesionales y es un interesante desafío para la historia escolar. Rebeliones y Revoluciones, Ideas y comparación, es un buen punto para reorientar la mirada sobre estos procesos.
Sin embargo no hay manual que obvie uno de los mayores “logros” de la Revolución Inglesa, la cual es la Declaración de Derechos, piedra angular de las constituciones burguesas escritas durante los siglos XIX y XX.
De estos derechos, el de petición ante las autoridades, es uno de los más importantes. Este derecho a peticionar ha tenido un largo recorrido no exento de problemas para quienes querían practicarlo, las mujeres vieron como sistemáticamente fueron relegadas a ejercerlo en la Inglaterra post revolucionaria. Aportes ha elegido una cita para que puedas trabajarla en clase. Las ideas ginebrinas/puritanas ya no estaban en manos de los hombres solamente, las mujeres las tomaron y las reelaboraron con sentido común como veremos, atacando con sus ideas el sistema patriarcal que las condenaba:

Comenzó en 1642 con peticiones de «una compañía de mujeres» contra «los señores papistas y los supersticiosos obispos». El año siguiente, entre otros esfuerzos, «entre dos y tres mil mujeres, la mayoría de categoría inferior», se reunió en Westminster para presentar a los Comunes y a los Lores una petición de que se acabara la guerra civil y se volviera a la paz. Después del derrocamiento y la ejecución del rey, las peticiones vinieron de las «niveladoras» (levellers), esto es, seguidoras de John Lilburne, quien trasladó las ideas democráticas de las sectas religiosas a la esfera de la política. Con cintas verdes como distintivo, pedían la libertad de Lilburne y otros dirigentes presos, la supresión de la prisión por deudas, el descenso de los impuestos, la atención a la provisión alimentaria y al desempleo, y otras cosas.
Habría que destacar que el Parlamento Largo no dió buena acogida a estas peticionantes, sobre todo cuando eran «tumultuosas». A las mujeres leveller se les dijo en 1649 que «siendo la sustancia de vuestra petición algo de una entidad que escapa a vuestra comprensión, la Cámara dió una respuesta a vuestros maridos; y, en consecuencia, es de desear que os vayáis a casa y os ocupéis de vuestras tareas de esposas». Las justificaciones que las mujeres daban de sus peticiones eran sorprendentes, pues si bien a veces empleaban el lenguaje tradicional del «sexo débil» que requería reparaciones, también hicieron reclamaciones nuevas acerca de sus derechos políticos. Ante todo, el Señor estaba de su parte: puesto que Dios estaba «dispuesto a recibir las peticiones de todos, sin establecer diferencias entre las personas», lo mismo debía hacer el Parlamento. Y lo más importante es lo que dicen al Parlamento en la primavera de 1549. Estas son sus palabras:

¿No tenemos nosotras el mismo interés que los hombres de esta Nación en las libertades y seguridades contenidas en la petición de derecho y otras buenas leyes de la tierra? ¿Acaso nuestras vidas, miembros, libertades o bienes valen menos que los de los hombres?… ¿Es que hemos de quedarnos encerradas en casa, como si nuestras vidas y libertades, y todo, no se hallaran en juego?… Por lo tanto, una vez más, os suplicamos que reviséis nuestra última petición… Pues no nos satisface en lo más mínimo la respuesta que habéis dado a nuestros maridos y amigos.

Con esta respuesta, las mujeres leveller atacaban el fundamento principal del derecho patriarcal —la sumisión de los intereses de las mujeres a los de sus padres y maridos— y sugerían, en cambio, que las mujeres tenían el mismo interés, y tal vez incluso un interés específico, que defender. (2)

Cita:
(1) Hill, Christopher; Los orígenes intelectuales de la Revolución inglesa, Editorial Crítica, 1980, p.15
(2) Zemon Davis, Natalie; “Mujeres y política”, en: Farge, Arlette, Zemon Davis, Natalie; Historia de las mujeres, Editorial Taurus, 1992 , Vol. 3, p.225

Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Historia. FH, UNMdP

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Carlos-2

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