Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

La llegada del evangelio en Nueva Francia.

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  Fuentes para el estudio de la colonización de Francia en Canadá

Cita de texto Nro.: 2

Introducción:

por Diana A. Duart CEHis-FH-UNMdP y Laura Cabrejas CEHis-UNMdP.

D.N.D.A. Registro de autor 5.326.899

Hace exactamente hace treinta años Carlos Mayo  nos explicaba el proceso de expansión colonial de Francia,  la cual  él la denominaba como  precaria. La tensión entre el proceso factorial ligado al comercio de pieles o peletero con la intención de colonización, planteado por el estado francés, era el primer punto de análisis.

El comercio de pieles nace junto con el interés en los bancos de pesca que había en la región de Terranova. Como él decía los intereses pesqueros generaron el primer asentamiento al que se sumó el comercio peletero.

La ocupación de Francia se realizó con el fuerte peletero, factorías en las cuales se compraban las pieles a los habitantes originarios,   otros realizaban la caza de animales y esto  fue modificando la frontera, a medida que se incrementaba la demanda de pieles los franceses avanzaban hacia el interior. Otro tipo de ocupación fue el realizado por las Misiones tanto de los Jesuitas como de Recoletos en su misión de evangelizar, el peso de la tarea realizada por estas órdenes religiosas es innegable en el proceso de ocupación del territorio de Nueva Francia en el siglo XVII.

En 1663 Colbert  y Luis XIV comienzan un cambio radical en el proceso de colonización. El estado se hace presente con una administración centralista, fuertemente burocrática, con gobernador, intendentes, obispados y un sistema de administración de justicia.

Hoy en Aportes ponemos a disposición de nuestros lectores una traducción a modo de Cita de Texto, correspondiente a la obra de Dale Miquelon, First Canada to 1791 (1). En ella se podra observar el proceso por el cual los Misioneros empiezan a ser parte importante en el proceso de ocupación de Nueva Francia, esperamos que esta cita de texto pueda ser utilizada en el aula, y finalmente con estas ideas comparar los procesos de colonización que los estados europeos formularon para las distintas experiencias, Castellana, Inglesa, Francesa, Holandesa entre los siglos XV y XIX.

La llegada del evangelio

En la primera mitad del siglo XVII, la sociedad francesa fue movida por nuevos propósitos espirituales. La gente agotada por las guerras religiosas y la descuidada  práctica de la religión cristiana fue alcanzada por la marea  de la Contrarreforma católica,  esto provocó que los seminarios sacerdotales fueran abiertos y se fundaran nuevas órdenes religiosas. Por todas partes había individuos con férreas características religiosas y que aspiraban a ser héroes espirituales. Esto llevó a la abundancia de excesos religiosos  en Francia,  camas con espinas y la práctica de la autoflagelación  entre otros estuvo a la orden del día, pero junto a estos dudosos frutos de religiosidad también había experiencias místicas.

Al leer en 1628  las confesiones de María de la Encarnación, una mujer destinada un día a desempeñar un  papel importante en Canadá, podemos observar esta cuestión que nos remite a esta sensibilidad mística y  además poder acercarnos a  otra mentalidad que Richelieu y Champlain podían fácilmente comprender, pero que es casi ajena para nosotros  a finales de siglo xx, veamos:

Una tarde me sentí fuertemente impulsado a retirarme; finalmente fui obligado a hacerlo e inmediatamente fui  transportado por el amor (Cristo), abrazándome este poderosamente. Siendo (Cristo) quien me entregaba favores que me consumen. Tan claramente se manifestó ante mí y que mi alma la anhelaba con toda pasión.

Tal fue el encuentro místico, relatado por María y otros relatos de muchos místicos. Es evidente que Canadá, con su gran población no cristiana era un objetivo para estos, y así se convirtió en una colonia de misiones religiosas. En Francia  mismo, los predicadores recorrían los caminos de las provincias donde predominaba una suerte de religión popular,  en parte cristiana, en parte mágica. Los Jesuitas eran una fracción de esta legión de predicadores, estos eran miembros de familias urbanas, educadas.

Para ellos, los indios de Canadá y Acadia eran  pobres gentes necesitadas de iluminación espiritual, una sociedad  en muchas formas semejante a los campesinos franceses.

En 1611 Poutrincourt tenía dos  misioneros jesuitas  sostenidos en Canadá por la señora de Guercheville, una dama de honor de la reina madre.

En 1615 el fraile  recoleto, Gabriel Sagard, se unió a los Hurones cuando estos volvían a sus aldeas después de comerciar con los franceses. Y si bien no tuvo éxito en el establecimiento de una misión en la tierra de los Hurones, él nos dejó en sus memorias el relato del largo viaje  realizado por él en país de los hurones.

El comienzo de la labor misionera en Canadá fue con la llegada de los primeros cuatro jesuitas en 1625. Sus misiones pronto se extendieron a donde quiera que se practicara el comercio francés con los pueblos originarios.  Sus  Relaciones, textos de memorias anuales, inspiraron a muchos europeos para ir a servir al Canadá, pero también mostraba historias espeluznantes.

Uno de los primeros intentos de evangelización fue a través de la educación de los niños indios. En este punto los jesuitas estaban siguiendo los pasos de los Recoletos, que creían que la cristianización sólo vendría con una educación europea. En 1635 los jesuitas establecieron un Colegio en Quebec. Aunque fue fundado con la intención de educar a los niños indios, tuvo poco éxito en esto y pronto se convirtió en un colegio para niños franceses. Una escuela para niñas indias fue fundada por monjas Ursulinas en 1639  y tenía un objetivo similar.

El abismo cultural entre los niños indígenas y educadores franceses resultó demasiado grande para esta empresa.

La mística María de la Encarnación, que fue además una exitosa empresaria en el rubro transporte en Francia,  llevó en la misma nave a las Ursulinas a Quebec en 1639  y a las Hospitalarias Agustinas de la misericordia de Jesús de Dieppe, que fundaron el hospital conocido como el Hotel-Dieu de Quebec.

Las monjas y sus patrocinadores financieros; a menudo  mujeres ricas y bien ubicadas en la sociedad del Antiguo Régimen como Marie-Madeleine de Chauvigny de la Peltrie,  apoyaron a  las Ursulinas participando ella misma de una expedición al Canadá, o Marie-Madeleine de Vignerot, Duchesse de Aguillon,  patrocinaron a las hermanas Hospitalarias Agustinas o  Antoinette de Pons, Marquesa de Guercheville, que financió a la primera misión jesuita en Acadia, estas jugaron un papel fundamental en el establecimiento de las instituciones en las nuevas colonias.

Montreal fue una pequeña colonia fundada en 1642 por un grupo de laicos piadosos, la sociedad de Nuestra Señora, cuyo principal objetivo era la conversión de los indios.

La colonia de Montreal era la creación de Jerome La Dauversiere, un recaudador de impuestos piadoso de la ciudad francesa de Lafleche, que habiendo leído los Viajes de Champlain, creyó que la Isla de Montreal era el sitio que había visto en una visión y en la cual  ordenó se estableciera una misión.

Al mismo tiempo, una mujer de Langres, Jeanne Mance, había decidido ir a la Nueva Francia. Ella se aseguró el apoyo de la duquesa de Bullion, Angelique Faure, para establecer un hospital. Fue persuadida por Jerome Dauversiere  a unirse a la expedición de Montreal como  administradora financiera y enfermera.

Ella y Paul de Maisonneuve, comandante militar de los habitantes de Montreal, reunió a un pequeño número de colonos para asentarse en la isla de Montreal.  En 1657 la sociedad se disolvió y dejó su Señorío de Montreal al  seminario parisino de San Sulpicio, que estableció un Seminario y desempeñó un papel importante en la historia de la isla y de Canadá.

En los siguientes años, Margarita Bourgeoys, una habitante de Montreal, mística al igual que Marie de la Encarnación y  una eficiente organizadora, trajo de Francia tres mujeres para ayudarla a enseñar a los niños y así comenzó la labor de educación en la  colonia que daría lugar a la fundación de una orden de clausura, las Hermanas de la Congregación, en 1698.

El obispo que debía formar la iglesia canadiense en sus inicios, fue Francois Montmorency de Laval, llegó en 1659. Fundó el seminario de Quebec en 1663, una organización de sacerdotes diocesanos, que  como los jinetes de Canadá  del siglo XIX, debían hacer grandes distancias para hacer su labor religiosa ante una población dispersa.

Conducido y financiado por cristianos devotos y decididos,  ocupando las mujeres un papel particularmente prominentes entre estos, la iglesia canadiense pronto se expandió más allá de lo que la nueva colonia se podría haber permitido alguna vez. El hecho de haber sido tanto una colonia como una misión fue atractivo para muchos de los inmigrantes.

Los misioneros jesuitas, además de intentar educar a los niños indígenas, se unieron a bandas de Algonkinos, siguiéndolos en la actividad de la caza en el crudo invierno.  Pero las dificultades de la vida nómada de los pueblos originarios, el aprender los idiomas de estos  e intentar introducir al cristianismo a un pueblo tan diferente fueron experiencias desalentadoras para los misioneros.

El jesuita Paul Le Jeune, en su relación de 1634, señala las privaciones que sufrió en los inviernos con los Montagnais.

“El hambre, la sed y la mala alimentación eran una constante. Pero, él escribió, «todas estas cosas no eran una problema para mí en comparación con el humo y la malicia del hechicero, con quien he sido siempre he tenido malas relaciones. . .

Es claro en el texto de Le Jeune que su experiencia personal lo llevó a vivir las privaciones de la vida campesina de los pueblos originarios; lo que no está tan claro es si él comprendía que el chamán, de quien se refiere como «el brujo»,  era su rival.

Las esperanzas puestas en las escuelas y en misiones de viajes fueron objetivos centrales pero se buscaba que los pueblos originarios, entre ellos los Montagnais fueran lentamente dejando de ser nómades para convertirse en agricultores, franceses y cristianos, para ellos se fundaron reservas  como la de Sillery.

Sin embargo el sistema de reserva es finalmente una forma de  separación entre pueblos originarios y los franceses, un intento de poner en cuarentena los indios de los peores aspectos de la sociedad francesa,  las tentaciones del alcohol, de los inescrupulosos comerciantes de piel y su moral relajada.

Sin embargo aunque las tribus que participaron de la reserva de Sillery habían desarrollado algunas habilidades sedentarias, y sin abandonar todos los elementos de sus propias creencias, muchos abrazaron cristianismo, pero fueron diezmadas por el licor y la enfermedades que trajeron los franceses.  A pesar del fracaso de Sillery, un número de otros asentamientos de indios cristianos se establecieron en el valle de San Lorenzo. Refugiados Abenakis fueron a vivir a Saint-François-de-Sales al sur de Quebec (c. 1683) y los hurones  se ubicaron en varios sitios cerca de Quebec en 1650, mientras que los cristianos Mohawks, Oneidas fueron desplazados por los Hurones y se asentaron cerca de Montreal en Caughnawaga (ahora Kahnawake) y Lac des Deux Montagnes (ahora Kahnesatake) a finales del siglo XVII.

Los jesuitas tuvieron la esperanza  de que los hurones,  que practicaban un grado de sedentarismo y tenían  una sociedad más sofisticada que la Algonkinos, ofrecieran menos resistencia a sus intentos de convertirlos. Siguiendo los pasos de Sagard, abrieron varias misiones entre los pueblos Hurones. En 1639, construyeron a Sainte-Marie en medio de los pueblos de los Hurones, una residencia de estilo europeo, rodeada de una empalizada. Este sitio fue el refugio de los Jesuitas y la Misión más promisoria. (2)

 

La siguiente traducción del texto en ingles está realizada en torno al uso de la Historia Escolar, se han dejado de lado ciertas precisiones debido a la complejidad del texto, (eliminando las citas aclaratorias del editor.) como las puntuaciones.

Traducción: Carlos Van Hauvart, Diana A. Duart.

Citas:

(1) Miquelon, Dale, The first Canada to 1791, University of Saskatchewan, Mac Graw-Hill Ryreson Series in Canadian History, Canada, 1994, pag.140.

(2) Miquelon, Dale, ob.cit.,pp.30:33

Edición y correción: Maximiliano Van Hauvart, Estudiante UNMdP

 

 

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Carlos-2

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