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San Martín y unas lineas sobre sí mismo. Carta al General Ramón Castilla.
por Carlos Van Hauvart y Diana Duart
Las biografías han vuelto al aula escolar. Este género está de “moda” (1), y es cierto, no de la misma manera que antaño. Hoy en día cuando buscamos una biografía para trabajar con nuestros alumnos, más que nada intentamos recuperar el contexto que reconstruye el historiador, desde el familiar, en una suerte de “humanización”, hasta su actuación política y las controversias que pudo haber transitado en la vida pública, por supuesto hay que tratar de evitar el panegírico o la condena del o los personajes en cuestión. También buscamos recuperar las fuentes que el biógrafo historiador pone a disposición de nosotros y que muchas veces son utilizadas en el aula. Sobre el General San Martín hay muchas biografías, ha sido un personaje relevante en la lucha y organización militar que derivo en la derrota de los españoles, nadie duda de ello.
También hay que pensar en la suerte que corren las autobiografía en el aula escolar, para nuestro periodo, las más clásicas para este periodo, son Las Memorias Póstumas del General Paz (2), Memorias curiosas de Juan Manuel Berutti (3), o la mínima autobiografía de Manuel Belgrano (4) solo para citar algunas, con la cual los autores de textos escolares nos ilustra como fragmentos de fuentes, en el cual podemos percibir a primera vista como observan ellos o justifican su accionar y como describen a esos “otros” con los cuales les toco interactuar.
San Martín, sin embargo, no ha dejado una autobiografía o sus memorias, tal cual lo ha hecho Churchill, por citar un ejemplo. Se puede reconstruir su percepción de los acontecimientos al intentar explicar su actuación a otros en las cartas que permanentemente compartía con sus allegados, que van dando pistas muy precisas sobre el mismo actor. Muchas veces actos o misivas del propio San Martín fueron utilizadas para defender a otros actores, los revisionistas y su relación con el Rosismo y Rosas son una prueba de ello.
Los biógrafos han sido muy escuetos con la vida en el exilio de San Martín, momento en el cual él reflexionó abundantemente sobre su pasado de esos intensos años de preparación militar para la campaña libertadora. Además de pedir información a los suyos sobre los territorios en los cuales él había actuado, informaba sobre la situación en Europa convulsionada política, económica y socialmente. Fue un huésped sospechado, en todos los lugares que recaló. Bruselas fue uno de ellos. No quiso intervenir en cuestiones internas que derivarían de la independencia de lo que hoy conocemos como Bélgica, rechazando ser el comandante de los ejércitos de la naciente Bélgica, y partió hacia Francia.
Hoy en Aportes ponemos a consideración de nuestros lectores y los docentes que desean trabajar con este documento, un fragmento de una carta escrita por San Martín un año antes de su muerte al Presidente del Perú Ramón Castilla en Septiembre de 1848, que es una suerte de autobiografía escueta y simple, este fragmento está incluido en la obra de Ricardo Rojas el Santo de la Espada (5), además en este link (Carta completa a Ramón Castilla)puedes leer la misiva en toda su extensión, con afirmaciones de los sucesos que están ocurriendo en Europa y la postura que esgrime San Martín sobre estos hechos, especialmente Francia:
«Como usted, yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos- Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha que calculábamos se había de empeñar. Yo llegué a Buenos Aires a principios de 1812: fui recibido por la Junta Gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada; por otra parte, con muy pocas relaciones de familia en mi propio país y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda prevención. En el período de diez años de mi carrera pública, en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable en solo dos puntos, y que la suerte y circunstancias más que el cálculo favorecieron mis miras, especialmente en la primera, a saber: la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital„ por el espacio de nueve años.»
«El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados americanos en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos, interesados todos en un santo y mismo fin.»
«Consecuente a este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase.»
«He aquí„ mi querido general, un corto análisis de mi vida pública seguida en América; yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndole puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció, no obstante sus promesas, que el solo obstáculo de su venida al Perú con el ejército de su mando, no era otro que la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme a sus órde-nes, con todas las fuerzas de que yo disponía.»
«Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que era tanto más sensible, cuanto que conocía que, con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias), por los motivos que me obligaron a dar este paso, son esfuerzos que usted podrá calcular y que no está al alcance de todos el poder apreciarlos.»
«De regreso de Lima, fui a habitar una chacra que poseo en las inmediaciones de Mendoza: ni este absoluto retiro, ni el haber cortado con estudio todas mis antiguas relaciones, y sobre todo la garantía que ofrecía mi conducta desprendida de toda facción o partido, en el transcurso de mi carrera pública, no pudieron ponerme a cubierto de las desconfianzas del gobierno que en esta época existía en Buenos Aires: sus papeles ministeriales me hicieron una guerra sostenida, exponiendo que un soldado afortunado se proponía someter la República al régimen militar y sustituir este sistema al orden legal y libre. Por otra parte la oposición al gobierno se servía de mi nombre, y sin mi conocimiento ni aprobación, manifestaba en sus periódicos que yo era el solo hombre capaz de organizar el Estado y reunir las provincias que se hallaban en disidencia con la capital. En estas circunstancias me convencí que por desgracia mía, había figurado en la revolución más de lo que yo había deseado, lo que me impedía poder seguir entre los partidos una línea de conducta imparcial: en su consecuencia, y para disipar toda idea de ambición a ningún género de mando, me embarqué para Europa, en donde permanecí hasta el año 29, en que, invitado tanto por el gobierno como por varios amigos que me mostraban las garantías de orden y tranquilidad que ofrecía el país, regresé a Buenos Aires. Por desgracia mía, a mi arribo a esta ciudad, me encontré con la revolución del general Lavalle, y sin desembarcar regresé otra vez a Europa, prefiriendo este nuevo destierro a verme obligado a tomar parte en sus disidencias civiles. A la edad avanzada de setenta y un años, una salud enteramente arruinada, y ciego, con la enfermedad de cataratas, esperaba, aunque contra todos mis deseos, terminar en este país una vida achacosa; pero los sucesos ocurridos desde febrero, me han puesto en problema dónde iré a dejar mis huesos, aunque por mí, personalmente, no trepidaría en permanecer en este país, pero no puedo exponer mi familia a las vicisitudes y consecuencias de la revolución.» (6)
Citas.
(1) Dosse, Francois, La apuesta biográfica, Escribir una vida, PUV, Valencia, 2007, pag.440. Dice el autor: “…Escribir la vida sigue siendo un horizonte inalcanzable, y sin embargo ha estimulado desde siempre el deseo de contar y entender. Todas las generaciones han respondido al desafío biográfico. Una tras otra ha movilizado el conjunto de herramienta de análisis que tenían a su alcance. Sin embargo, las mismas vidas se reescriben sin cesar, las mismas figuras vuelven a estar de actualidad, pues no dejan de aparecer vacíos documentales, nuevos cuestionamientos y nuevos enfoques. La biografía, como la historia, se escribe primero en presente, en una relación de implicación tanto más fuerte cuanto que la empatía del que escribe se ve siempre interpelada…” (p.11). “…El carácter hibrido del género biográfico, la dificultad de clasificarlo dentro de una u otra disciplina organizada, el desmembramiento sufrido entre tentaciones contradictorias, como la vocación novelesca, la voluntad de erudición, el sostenimiento de un discurso moral de ejemplaridad, lo han convertido en un subgénero durante mucho tiempo digno de oprobio y víctima de un déficit de reflexión. Despreciado por el mundo erudito de los universitarios, el género biográfico no ha dejado por ellos de alcanzar un reconocimiento público que nunca se ha desmentido, demostrando que responde a un público que nunca se ha desmentido, demostrando que responde a un deseo que va más allá de las fluctuaciones de la moda…” (13).
(2) Paz, José María, Memorias póstumas, Editorial Almanueva, Buenos Aires, 1954, T.1, T.2.
(3) Berutti, Juan Manuel, Memorias curiosas, Editorial EMECÉ, Argentina, 2011, pag. 546.
(4) Belgrano, Manuel, Autobiografía y otras páginas, Edueba, Buenos Aires, 1966, pag.107.
(5) Rojas, Ricardo, El santo de la espada, vida de San Martín, Eudeba, Argentina, 1970, pag.420.
(6) Rojas, Ricardo, ob.cit. pp.381:382.
Edición: Maximiliano Van Hauvart, estudiante UNMdP.
PH: Van Hauvart, Maximiliano. Bruselas, Bélgica. Diciembre de 2015.