Reservados todos los derechos. El contenido de esta introducción no puede ser reproducido ni todo ni en parte, ni transmitido ni recuperado por ningún sistema de información en ninguna forma ni por ningún medio. Sin el permiso previo del autor.
D.N.D.A. Registro de autor 5.274.226
Historia de la fotografía 1.4 – Detrás de Men at lunch Parte Nº3.
ver ademas Parte Nº1 y Parte Nº2
por Carlos A. Van Hauvart (CEHis-FH- CNAUI-UNMdP) y Maximiliano Van Hauvart
En el documental se desarrolla la intervención explicativa por parte de diferentes participantes. Uno de ellos es el historiador que enmarca las características del contexto histórico en el mundo del trabajador metalúrgico. Una cuestión a señalar es que, como espectadores, desconocemos las preguntas que guían la exposición y si la misma fue editada en su totalidad o quedó fragmentada en función de la consideración del documentalista. Más allá de estas observaciones, se dispuso agrupar de manera continua todas las participaciones del historiador cuando explica el duro mundo del trabajo, a los efectos de poder apreciarlo como un texto narrativo integral.
Working Class steel beam and Man at Lunch
Relato de Fionnula Flanagan:
La Construcción de rascacielos fue un negocio desagradecido y traidor. Un día bueno para esos trabajadores, era el que no terminaban en la morgue, y si eso pasaba, habría cola para ocupar su lugar. Cuando se planearon torres como el Empire State , los promotores estimaban un muerto cada 10 pisos. En 1932 con un tercio de la población activa desempleada, la depresión económica no era algo temporario. Con dos años de hambre y desesperación, el sueño americano estaba destrozado. En ese contexto los hombres de la viga eran inspiradores. A medida que los rascacielos crecían en altura, la ciudad se hundía, con el mundo destruido por la gran depresión, bajo los pies, los 11 hombres fueron inspiradores con aquella icónica foto.
Jim Rasemberger , (autor de High Steel):
Vivir en Nueva York era como vivir en una obra de construcción gigante. La ciudad entera crecía de un modo tremendo. La mitad del acero estructural utilizado en Estados Unidos se usó en Nueva York en 1920. Caravanas permanentes de barcazas y camiones que venían de Pittsburgh de las fundiciones, hacia Nueva York, casi sin parar, ya que se hacía un rascacielos tras otro. Crecían a una velocidad asombrosa. El Edificio Empire, crecía cuatro pisos por semana, y llegaron a hacer cinco en una semana. Fue una época alucinante en Nueva York, porque podías ver como la ciudad cambiaba ante tus ojos.
Los que montaban estructuras metálicas, ganaban 1,50 la hora. El pago era bueno. Sin embargo, debías estar preparado para morir. Cerca del 2 % de esos trabajadores moría por año, y otro dos por ciento sufría de discapacidad permanente. Entonces, el cuatro % de la capacidad de mano de obra quedaba excluida por año. En un gremio local como el de Nueva York, de unos mil hombres, serían 40 por año, o 400 por 10 años. Números extraordinarios, que explican el siguiente lema terrible: “NO MORIMOS. NOS MATAN”.
Un obrero de la construcción no solía tener una carrera larga, muchos quedaron afuera por muerte o por lesiones, en pocas décadas. Dejaron sus cuerpos y sus vidas en los edificios. Y es extraño, y nos olvidamos de eso.
Los trabajadores irlandeses eran un grupo confiable. Por supuesto, estaban los famosos trabajadores indios Mohawk, que se insertaron laboralmente en el siglo XX y aún continúan, y numerosos grupos de inmigrantes. Había alemanes, escandinavos y por supuesto irlandeses. Los irlandeses eran la fuerza dominante del trabajo con metales de Nueva York. Y no sabemos mucho sobre estos hombres, pero sabemos que eran irlandeses, al mirar la lista de trabajadores se ven apellidos irlandeses, eso sucedía hace 100 años, hace 50 años, y aún sucede hoy en día.
Imagínate sin trabajo, recibiendo la ayuda social. Y cuando llegas a la esquina, y miras hacia arriba, y ves a estos hombres comunes, haciendo cosas extraordinarias. Esos hombres eran casi estrellas de cine, para los neoyorquinos en la calle, que se asombraban de que estos hombres, pudieran estar ahí caminando sobre vigas de acero. El trabajador vivía con dos realidades. Una era el peligro diario en su trabajo, y la otra el hecho que era una especie de superhéroe para los demás.Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP