Aportes de la Historia

Notas dispersas sobre Historia

Ceremonia francesa de posesión en Santa María de Sault en 1671.

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por Diana A. Duart CEHis-FH-UNMdP

D.N.D.A. Registro de autor 5.326.899

Introducción:

Hoy en Aportes publicamos una nueva fuente que ha sido traducida del texto Coverging World editada por Louise A. Breen (1). El documento es parte de la selección hecha por Robert R. Morrissey para ilustrar el proceso de colonización de Nueva Francia por parte de la Corona Francesa. Este documento relata la ceremonia donde se sellara la alianza de muchas tribus con el Monarca Francés y que fuera encargada por este al Intendente Talion, quien a su vez confió la  Misión al terrateniente Monsieur de Saint Lusson, quien partio hacia la aldea de Saint Marie Sault siendo acompañado entre otros por el protagonista principal de esta fuente el Padre jesuita Claude Allouez, quien explicara a los representantes de estas “naciones nativas”, el poder de la palabra de Dios y la aceptación por parte de estos de la soberanía del Gran Capitán “El rey de Francia”.  En esa narración queda claramente expuesto el proceso de imposición simbólica de la Cruz como del Estandarte Real y su poder sobre los nativos de estas tierras.

Esperamos que esta fuente pueda ser utilizada en el aula, para comparar los procesos de cristianización llevados a cabo por los misioneros jesuitas en las áreas de frontera en los distintos estados onárquicos que ocuparon América, como así también para poder observar las alianzas que los europeos forjaron con muchas tribus y que finalmente sirvieron para enfrentarse a los ingleses.

Document 3 A French Ceremony Asserting Possession at Sault Ste. Marie, 1671

Toma de posesión, en nombre del rey, de todos los países comúnmente incluidos bajo la denominación Outaouac.

No es nuestro actual propósito  esta ceremonia en detalle, sino simplemente en lo tocante a cuestiones relacionadas con el cristianismo y el bienestar de nuestras misiones, que van a ser más florecientes que nunca, después de lo ocurrido y con ventaja en esta ocasión.

Cuando el intendente Monsieur Talon (Talion), regreso de Portugal y después de sufrir un naufragio, fue comandado por el rey para volver a este país. Al mismo tiempo recibió órdenes de su  misma majestad para ejercer vigorosamente  el establecimiento del cristianismo, al ayudar a nuestras misiones junto al nombre del invencible Monarca y el reconocimiento de la soberanía incluido los menos conocidos y de las naciones más remotas.

Estas órdenes, incluidas las estrategias del Ministro, que está siempre  alerta para extender la gloria de Dios y promover a su Rey en cada tierra, fueran obedecidas tan rápidamente como sea posible.

Monsieur Talon ni bien a arribado, eligió al terrateniente que él considera con los medios para asegurar el éxito de estos planes, eligiendo para ello, Sieur de Saint Lusson, quien se encargó de tomar posesión en nombre de su majestad,  de los lugares junto a los territorios entre el este y el oeste, desde Montreal hasta Mar del sur, cubriendo la extensión máxima y rango posible.

Para este propósito, después de pasar el invierno en el lago de los indios hurones, Monsieur de Saint Lusson,  partió  a Sainte Marie du Sault a comienzos de mayo de este año, 1671.

En primer lugar, convocó a las tribus circundantes que viven dentro de un radio de cien leguas y más aún; ellos respondieron a través de sus embajadores, en una cantidad de catorce Naciones.

Después de hacer todos los preparativos necesarios para el completo éxito de la empresa en honor a Francia, el 4 de junio del mismo  año comenzó, con la más solemne ceremonia jamás observada en estas regiones. Cuando todos se  habían reunido en un gran consejo público, cerca de la aldea del pueblo de Sault, se plantó la Cruz y la bandera del Rey a cierta altura con toda la pompa que se podía concebir  y siendo el lugar bien elegido para el propósito de ser vista.

La Cruz fue públicamente bendecida, con todas las ceremonias de la iglesia por el Superior de estas misiones; y entonces, cuando había sido elevada desde el suelo con el fin de fijarla a la tierra, el Vexilla empezó a ser cantado.

Muchos franceses se sumaron a este himno al momento que se cantaba para la maravilla y deleite de los salvajes reunidos; mientras que la Compañía entera se llenó de una alegría común a la vista de este estandarte glorioso de Jesucristo, que parecía haber sido levantado tan alto sólo para gobernar sobre el corazón de todos estos pobres pueblos.

Entonces el escudo francés también se erigió junto un bastón de cedro, sobre la Cruz; mientras que el Exaudiat era cantado, y una oración por la sagrada persona de su Majestad fue ofrecida en ese lejano rincón del mundo.

Después de esto, Monsieur de Saint Lusson, observando todas las formas habituales en tales ocasiones, tomó posesión de aquellas regiones, mientras que en el aire resonó con repetidos gritos de «¡viva el rey! «y con la descarga del fusileros, para el deleite y asombro de todos los pueblos, que nunca habían visto esa demostración.

Después de que este alboroto confuso de voces y mosquetes había cesado, un silencio perfecto fue impuesto; el Padre Claude Allouez comenzó a elogiar al Rey, a fin de hacer que todas aquellas naciones entendieran que clase de hombre era, cuyo estandarte contemplaban y comprendieran a que soberanía se rendían ese día.

Bien versado en su lengua y en sus formas, él fue tan exitoso en adaptar a la comprensión (de los pueblos originarios) y en  cómo darles esa opinión de nuestro incomparable Monarca con una grandeza que no tiene palabras conque expresar los pensamientos vertidos sobre el tema.

«Aquí está una excelente cuestión que se debe prestar a su atención, mis hermanos,» dijo él, «una gran e importante, que es la causa de este Consejo”.

Dirijan  su mirada a la Cruz levantada tan alto sobre sus cabezas: no es que Jesucristo, el Hijo de Dios, haciéndose hombre por amor a los hombres, se alegra de estar crucificado y muere en expiación al Eterno Padre por nuestros pecados.

Él es el maestro de nuestra vida, del cielo, de la tierra y del infierno. Y en su nombre he hablado a ustedes, su nombre y palabra  he llevado a todos estos países. Pero además debemos mirar fijamente los escudos del Gran Capitán de Francia al que llamamos rey.

Él vive más allá del mar; él es el capitán de los grandes capitanes  y tiene a nadie igual en el mundo. Todos los jefes que han visto, o de quienes han escuchado alguna vez, son simples niños comparados con él. Él es como un gran árbol, y  ellos, son solo pequeñas plantas que pisamos al caminar. Ustedes saben sobre Onnontio, aquel famoso capitán de Quebec.

Ustedes conocen y sienten que él es el terror de los Iroqueses, y que su propio nombre les hace temblar a estos, ahora que el Capitán ha asolado su país y prendieron fuego a sus aldeas.

Más allá del mar hay 10 mil Onnontios como él, que son sólo los soldados de aquel gran capitán, nuestro gran rey, de quien estoy hablando. Cuando dice: voy a la guerra,’ todos le obedecen a él; y los capitanes de 10 mil compañías de cien soldados cada uno, tanto en mar como en tierra. Algunos se embarcan en buques, cien o doscientos en número, como los que ustedes han visto en Quebec. O en sus canoas con sólo cuatro o cinco hombres, o, a lo sumo, diez o doce.

Nuestros barcos en Francia sostienen cuatro o quinientos e incluso hasta 1 mil. Otros hombres hacen la guerra por tierra, pero en números tan grandes, que se extenderían más lejos de aquí a Mississaquenk, aunque la distancia sea superior a veinte leguas.
 Cuando atacan, él es más terrible que el trueno: la tierra tiembla, el aire y el mar se incendian por la descarga de sus cañones; mientras que él se ha visto en medio de sus escuadrones, todo cubierto con la sangre de sus enemigos, de quien él ha matado a tantos con su espada y que Muchos prisioneros de guerra no se alejan de él, y no hace ninguna cuenta de ellos,  los deja ir a sus lugares para demostrar que él no tiene miedo de ellos.

Nadie ahora se atreve a hacer la guerra contra él, a todas las naciones más allá del mar les demanda ser sumisos hacia él para tener paz. De todas partes del mundo la gente va a escuchar sus palabras y a admirarlo, y sólo él decide todos los asuntos del mundo.

¿Qué diré de su riqueza? Ustedes cuentan como ricos a quien tiene diez o doce sacos del maíz, algunas hachas, cuentas de vidrio, teteras u otras cosas de esa clase.  Tiene ciudades propias, con tantas personas que viven en ellas en muchos países y son como quinientas, mientras que en cada ciudad hay almacenes que tienen suficientes hachas a cortar todos sus bosques, ollas para cocinar todos sus alces y granos de cristal para llenar todas sus casas (se refiere a las construcciones donde viven los pueblos originarios).

Su casa es tan largo, como de aquí a la cabeza de Sault, «es decir, más de media legua,» y más alta que el más alto de sus árboles; y contiene más familias que los que contienen sus pueblos.»

El Padre añadió muchos más cosas de este tipo, que fue recibida con asombro por esas personas, que estaban asombrados al oír que no había ningún hombre en la tierra tan grande, rico y poderoso.
 Después de este discurso, Monsieur de Saint Lusson tomó la palabra y les dijo a ellos en lengua marcial y elocuente las razones por la sque él les había convocado, y sobre todo le fue enviado a tomar posesión de esa región, para que esta reciba la protección del gran rey cuyo panegírico  habían escuchado, para formar a partir de entonces  una tierra de sus territorios con las de nuestro de  Rey.

La ceremonia  se cerró con una buena fogata, que fue iluminando  la noche, y alrededor de la cual fue cantado él Te Deum a gracias a Dios, en nombre de esa pobre gente, que ahora tema de tan gran y poderoso monarca. (2)

La siguiente traducción del texto en ingles está realizada en torno al uso de la Historia Escolar, se han dejado de lado ciertas precisiones debido a la complejidad del texto, (eliminando las citas aclaratorias del editor.) como las puntuaciones.

Traducción: Carlos Van Hauvart, Diana A. Duart.

Cita:

(1) Breen, Louise A. (Editora), Coverning World, Routledge Ed., Nueva York, 2012, pag.560

(2) Breen, Louise A., op.cit., pp, 550:552.

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Carlos-2

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